Capítulo 53 •Un demonio disfrazado de humano•

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Agustina se acercó a mí con una sonrisa

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Agustina se acercó a mí con una sonrisa.

—¿Qué le dijiste para que se fuera de esa forma? —preguntó.

—Sólo le dije que estaba en horas de trabajo, me invitó a una obra de teatro mañana, pero la verdad no quiero salir con nadie —dije.

—Sabes, ese chico no me cae nada bien —me dijo—. Su actitud a veces es un tanto agresiva.

—Como sea, él no me interesa.

Con Ruggero

—Y bien, ¿qué me traes de noticias? —preguntó el ruloso, tomando asiento en una piedra.

—Sabes, Ruggero, deberías de ir con ella... —habló Agustín, pero fue interrumpido por Ruggero.

—¡Ya te dije que no puedo! —dijo molesto.

Ruggero y Agustín habían estado hablando, Ruggero le había platicado todo lo que él tenía planeado hacer, Agustín se había convertido en alguien de su confianza, sabía los motivos del por qué Ruggero se había alejado de Karol y muchas cosas más.

—¿Cuándo vas a poder? —se cruzó de brazos el castaño.

—La próxima luna creciente, dentro de cuatro días —Ruggero frotó sus manos, señal de que estaba nervioso—. Pero, bueno, dime. ¿Haz cuidado bien de Karol?

—Sabes que si, siempre la he cuidado y la cuidaría incluso si no me lo pidieras.

Ruggero rodó los ojos ante la respuesta de Agustín.

—¿Y la haz mantenido lejos de Pasquale? —cuestionó.

—¡Obvio!, ese tipo es odioso, la verdad nunca me agrado desde que lo ví la primera vez y ahora con más razón —dijo Agustín.

—Tienes que seguir manteniéndola lejos de él, ese chico, si es como se le podría llamar, porque en realidad no es un ser humano, es peligroso —dijo—. Es un demonio disfrazado de humano.

—¿Qué le puede hacer a Karol?, eso aún no me lo haz dicho.

Ruggero apretó sus puños.

—Al principio, el diablo —dijo Ruggero—. Me dijo que era mejor que Karol se enamorara de Pasquale para que así ella se alejara de mí y pudiera destruir el pueblo, no quise ver a Karol con alguien más y le di mi palabra de alejarme de ella, pero como sabes él siempre juega sucio y descubrí que lo que él quiere es hacer que Karol desaparezca con ayuda de Pasquale, yo ya le había dado mi palabra de alejarme de ella, por lo tanto debo manterme así, pero esto está a punto de terminar, dentro de cuatro días.

—Eso no lo sabía...

—Mi madre siempre me lo advirtió pero no le hice caso, ella sabía lo que él quería hacer desde un principio, pero no dejó de ser un ser ingenuo.

Agustín tomó asiento a un lado de Ruggero y lo miró.

—Todo saldrá bien, no debes de angustiarte, sabes que en lo que pueda te ayudaré, todo por ver feliz a Karol.

•Karol•

La noche estaba aproximándose.

—Oye, que te parece si saliendo del trabajo vas a mi casa a ver una película —propuso Agustina.

—No tengo ganas, Agustina —dije tristemente.

—¡Oh, vamos!, tienes que distraerte con algo —dijo—. Puedes quedarte a dormir en mi casa y comer muchas palomitas de maíz —sonreí—. Una pijamada —Agustina me miró—. Has estado muy achicopalada estos días, no me gusta verte así.

—Lo voy a pensar —solté un suspiro.

Una hora después.

Pasquale cruzó la puerta de mi trabajo nuevamente.

—¡Vine por ti! —dijo con una sonrisa, mi turno terminaba en 15 minutos.

Agustina me miró con los ojos abiertos como platos.

—¿Disculpa? No te pedí eso —dijo.

—No, pero pensé que era la única forma de que aceptarás salir conmigo —solté un suspiro.

—Pasquale, no quiero crearte falsas ilusiones, pero no quiero salir contigo —Pasquale apretó la mandíbula—. Es mejor decirlo, estoy interesada en alguien más.

—¡No, Karol! A ti no te puede gustar otro —dijo alterado.

—Pasquale, tranquilízate —dije ya que su cara ahora había adquirido un color rojo.

—¡No quiero tranquilizarme! —exclamó—. ¡Zorra! —gritó.

¿Qué le pasa a este idiota? ¿Por qué actúa así? Agustina iba a decir algo pero la detuve.

—¡Quiero que te largues ahora mismo, Pasquale, no tienes por que faltarme al respeto! —dije.

—Me iré, pero ten por seguro que nos volveremos a ver, ¡te vas a arrepentir! —dicho esto salió hecho una furia.

—No puedo creer que ese idiota te haya dicho eso, Karol, se nota que es un agresivo, que bueno que lo corriste —dijo Agustina.

—¿Qué puedo decir, Agustina? Gente indeseable existe en todas partes.

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