Capítulo 18 •Sensaciones•

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Con Ruggero

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Con Ruggero

Agustín observaba al ruloso con mucha curiosidad, además de que había visto muchas cosas raras en el tiempo que ha estado junto con él, pudo jurar que Ruggero tenía sentimientos.

—Oye, Ruggero —habló Agustín tímidamente. Ruggero apretó el trapo contra la piel de Agustín—. ¡Au!

—¿Qué quieres? —dijo secamente.

—Yo sólo quería saber... ¿Qué tiene que ver Karol para que me dejes libre?

—Eso es algo que no te incumbe —lo observó con enojo.

—Pero, es que...

Ruggero lo interrumpió.

—¡Escúchame bien, Agustín! —Ruggero se levantó y lanzó el trapo lejos—. Los tratos que tenga con esa niña bonita son entre ella y yo, ¿comprendes? Sólo de nosotros dos, no tienen por qué interesarte —soltó un suspiro—. Yo que tú estaría tranquilo, ella sabrá lo que es mejor para ti.

—¡Déjala en paz!

Ruggero soltó una carcajada.

—Que romántico —dijo mientras limpiaba una lágrima falsa—. No te preocupes, Agustín, no le haré nada a tu noviecita.

—¡No es mi novia!

Ruggero observó a Agustín detenidamente.

—Que interesante —dicho esto el ojiverde salió de la casa, dejando a Agustín solo y angustiado.

Ruggero se puso el gorro de la sudadera que tenía puesta, era tan apuesto que cualquier chica podría caer rendida a sus pies, sus ojos color esmeralda soltaron un pequeño brillo travieso.

—Ay, Sevilla, que es lo que tienes, debo quitarte de mi camino para poder destruir este maldito pueblo.

De pronto algo llamó su atención, bajó el gorro de la sudadera a su cara, para que no pudieran ver su rostro, eran dos chicas que pegaban anuncios a los postes de luz, ¿cómo podían salir tan tranquilas con este clima?

Las chicas se alejaron de ahí y Ruggero aprovechó para ver que era lo que habían pegado.

¡Gran baile de las luciérnagas!
No faltes

Día: 2 de noviembre
Salón del Pueblo en punto de las 10:30 de la noche.

Disfruta de esta noche mágica.

—¡Ja! —se burló—. Ridículos —arrancó el anunció del poste y lo incendió—, ¿quién va a querer ir a estas estupideces? —lanzó las cenizas al suelo—. En serio, ésta gente es de lo peor —comenzó a caminar hacia la biblioteca donde sabía que Karol trabajaba.

Al llegar pudo verla, su cabello color caramelo caía como una delicada cascada del lado derecho, dejando su perfil descubierto, al parecer estaba anotando bibliografías de los libros acumulados que tenía a su lado, se veía tan pacífica, al parecer ella había sentido la mirada de Ruggero ya que levantó la vista hacia donde estaba el ruloso, por fortuna, él había logrado ocultarse para que no lo viera. Cuando Ruggero estuvo seguro que ella ya no lo vería volvió a asomarse y efectivamente ella seguía tan concentrada en esos estúpidos libros como Ruggero los hubiera llamado.

Continuó observándola y no comprendía porque sentía algo muy extraño en su interior. Tal vez era..., ¿odio? O..., ¿desprecio?, o eso era lo que Ruggero quería sentir pero sin embargo era una sensación nueva para él, una sensación que lo hacía sentir bien, pero no sabía que era, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la chica de silla de ruedas se acercó a Karol para llevarle mas libros, Sevilla los aceptó con una sonrisa la cual hizo que Ruggero igual sonriera.

•Karol•

—Por favor, Karol, te los encargo mucho —me dijo Agustina.

—No te preocupes, Agustina, en cuanto termine con estos libros, continuaré con estos —le sonreí.

—En verdad lamento no poder quedarme, pero mi abuela esta vez si se puso algo grave —me explicó.

—Ve tranquila, Agustina, yo me hago cargo, ¿de acuerdo? —ella me sonrió.

—Recuerda apagar las lámparas del pasillo de atrás cuando te vayas, las llaves están en la oficina de Esteban —asentí.

—Vale, ve con cuidado.

Agustina se despidió de beso en la mejilla y salió de la biblioteca, me quede sola, bueno, ni tan sola, había unos cuantos chicos leyendo.

Suspire y me dispuse a terminar el trabajo que Agustina me encargó.

Alguien abrió la puerta levante la vista y era un chico, a decir verdad era lindo.

—¡Hola! —me saludó, tenía cabello castaño y ojos grandes color negro.

—¡Hola!, ¿buscas algo en específico? —él me tendió una hoja donde tenía anotado una lista de libros.

La leí, buscaba libros de Anatomía.

—En el pasillo tres —dije mientras le devolvía la hoja—. Ahí puedes encontrarlos.

—¡Muchas gracias! —tomó la hoja y dió unos pasos y retrocedió—. Oye, ¿cuál es tu nombre? —fruncí el ceño.

—Amh, disculpa, pero... —me interrumpió.

—Descuida, no te haré algo malo, vivo muy cerca de aquí, me llamo Matteo Balsano —me sonrió.

—Mucho gusto —dije normal—. Mi nombre es Karol.

—Hermoso nombre, espero algún día puedas aceptarme una cita, tal vez salir a cenar, claro, cuando termine tu turno —le sonreí, típico chico que se cree galán, había muchos de estos en México.

—Te lo agradezco, tal vez algún día —dije volviendo a mi trabajo.

—Piénsalo —caminó al pasillo número tres, yo negué con la cabeza. En serio, ¿cómo pueden existir chicos que apenas te conocen y ya te están invitando a salir?

Con Ruggero

—¿Quién es ese payaso? —comentó para sí mismo mientras observaba como Karol platicaba con él y para colmo ella le sonreía, Ruggero sintió que el estómago se le encogía.

Hijo de la Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora