Capítulo 32 •¿Enamorado, Ruggero?•

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No podía creer que estuviera besando al ser más temido del pueblo en el cual vivo

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No podía creer que estuviera besando al ser más temido del pueblo en el cual vivo.

Sus labios suaves, la forma en la que me besa era muy tierna.

Me separe de él y lo vi a los ojos.

—¿Te preguntabas qué pasaría si me besabas? —dije un tanto seria.

—Lo lamento —comentó y se alejó de mí—. Pero... —lo interrumpí.

—No tienes porque darme explicaciones —dije—. Sé que no quieres dármelas.

Ruggero levantó la vista y me miró con los ojos bien abiertos.

—Gracias —asentí.

Camine hacia la cama. La verdad es que después del beso no me sentí mal, ni siquiera arrepentida, me había agradado, no podía negarlo.

—Karol, no quiero que pienses mal —habló Ruggero—. En verdad no sé que estaba pensando, lo siento mucho, en verdad —se sentó a un lado mío.

Levante una ceja y le regale una sonrisa.

—¡Woow, Ruggero Pasquarelli me está pidiendo disculpas por un beso inocente! —dije aún con la sonrisa en los labios—. No me pidas perdón —tome su mano—. Sólo fue un impulso y además no eres el único que besa a una chica.

—¿No estás molesta?

—¡Qué va, claro que no! —mire hacia abajo y recordé a Jesús y el primer beso que nos dimos, había sido parecido al que Ruggero y yo habíamos tenido.

—¿Te pasa algo? —negué con la cabeza.

—No, es sólo que, me acorde que tengo algunas cosas que resolver en la escuela —lo mire—. Gracias por cuidarme, Ruggero.

Ruggero frunció el ceño, seguro no me había creído.

—No hay por qué.

Miré el reloj y marcaban las 7:30 de la noche.

—Debo bajar a cenar.

Ruggero asintió, me levante de la cama y camine a la salida de mi habitación, cuando gire la cabeza para volver a encontrarme con aquellos ojos cafés, ya no estaba.

Con Ruggero

Ruggero había salido de la habitación de Karol. Estaba demasiado confundido, la había besado, ¿qué estaba pasando con él? Había cambiado ya no era ni la mitad de malo de lo que era antes, ahora era más frágil, más comprensivo y todo era por aquella chica de cabello color caramelo.

Corrió a las profundidades del bosque, la lluvia caía sobre él, la tierra desprendía un olor exquisito, sin dar un paso más Ruggero paró y miró al cielo.

—¿Por qué? —dijo mirando a la luna—. ¿Por qué no puedo controlar lo que siento? No debo querer a nadie, no quiero.

—¿Enamorado, Ruggero? —se escuchó una voz burlona detrás de él.

Ruggero giró sobre su eje poco a poco y de pronto supo que estaba en problemas.

—Lucifer —dijo Ruggero con desprecio.

—Él mismo. Hace tanto que no nos vemos, ¿cuántos años? ¿100? —dijo mientras sonreía, esa sonrisa horrible y sus ojos sacaban chispas rojas—. Que bonita chica.

Lucifer se acercó a Ruggero y éste retrocedió.

—¿Qué haces aquí? —preguntó amargamente el ruloso.

—Te buscaba, veo que no me haz llevado almas.

Ruggero hizo cara de confusión.

—Nunca he hecho eso para ti —escupió Ruggero.

—Claro que si, cada vez que matabas a alguien, la mayoría de las veces no eran almas puras, vine a ver que pasaba contigo y me encuentro con que estás enamorado, vaya, vaya.

—No te incumbe, lárgate al infierno.

—No me voy a ir tan fácil, me enteré que quieres destruir este pueblo. Me parece excelente.

—Ya no lo haré.

Comenzaba a sentirse nervioso frente a él. Todos creían que Ruggero era el diablo, pero siempre habían estado equivocados, el verdadero estaba en el pueblo en realidad.

—No me digas —dijo cruzándose de brazos y mirando a Ruggero—. Eso no me agrada, pensaba utilizar las almas.

—¡Pues consigue otras!

—¿Es por esa chica verdad? —Ruggero tenso la mandíbula—. Quieras o no, vas a destruir este pueblo. Yo me voy a encargar de eso, te daré en lo que más te duele, Karol, ¿qué pasaría si ella se fija en alguien más? O..., ¿si las pesadillas le hacen algo?

—No te atrevas —dijo Ruggero.

—¡Estás hablando con el diablo, niño bonito, yo no me ando con juegos, recuerda, mientras más tiempo tardes en destruir este pueblo, Karol pagará las consecuencias!

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