Capítulo 56 •Un pastel de chocolate•

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Ruggero apretó los puños

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Ruggero apretó los puños. ¿No podía hacer otra cosa en la vida de Karol más que causar problemas?

Pronto eso se iba a terminar, en cuanto él se convirtiera en mortal, Lucifer ya no podría hacerle nada, ni siquiera molestarlo, estaría en paz junto con Karol.

Volvió a girar a la dirección donde minutos antes Karol iba corriendo, pero ahora la calle estaba sólida.

•Karol•

Cuando llegué a mi casa me encontré con mis abuelos, quienes estaban en el comedor, conversaban entre ellos y frente a ellos había un pastel de chocolate, fruncí el ceño.

—Hola, cariño —dijo mi abuela con una sonrisa—. Ven a sentarte con nosotros.

Me acerqué a ellos.

—¿Y eso? —cuestione señalando el pastel.

—Quisimos comprarlo para ti —comentó mi abuelo.

—¿Por qué? —dije y me senté.

—Últimamente hemos visto que has estado un poco triste —comentó mi abuela—. No conocemos la razón y tampoco queremos incomodarte al preguntarte, sé que las chicas de tu edad igual tienen sus propios problemas —agache la cabeza—. Además, si quisieras contarnos ya lo habrías hecho, bueno... —soltó un suspiro mi abuela—. Nada mejor que animarte un poco con este riquísimo pastel de chocolate —sonrió mi abuela—. Las penas se olvidan con comida.

—Gracias —dije con una sonrisa—. ¡Son los mejores! —me levante de mi asiento y les di un abrazo a cada uno.

—Te queremos mucho, Karol y no queremos que estés triste —dijo mi abuelo.

—Prometo ya no estarlo —les dije.

—¡Eso es todo, cariño! —exclamó mi abuela—. Ahora deja que te sirva una rebanada de pastel.

Tome asiento donde minutos antes estaba, la verdad esto me hizo sentir mucho mejor, es lindo saber que mis abuelos se preocupan por mí y buscan la forma de hacerme sentir mejor.

Por la tarde en la biblioteca

—¡No lo vas a creer, Karol! —dijo Agustina alarmada mientras recogía unos libros del suelo.

—¿Qué pasó aquí? —pregunte sorprendida y cerré la puerta de la biblioteca una vez que había entrado.

—¡Tu intenso pretendiente vino otra vez! —dejé mis cosas en el escritorio y ayude a Agustina a recoger libros—. Quería verte, pero como aún no llegabas se enojó más de lo que ya estaba y se puso como loco.

—¡Eso no puede ser! —dije molesta—.  ¿Cuándo entenderá que no quiero nada con él?

—En verdad, amiga, me preocupa que te vaya a hacer algo —dijo Agustina preocupada—. Está mal de la cabeza, creí que me iba a asesinar, se puso super agresivo.

—Tranquila, no creo que pase nada —dije poniendo los libros en su lugar—. ¿Dónde está Esteban?

—Salió —rodó los ojos—. Justo cuando más lo necesitaba.

—Por lo pronto esperemos que no regrese —hable—. Si ve este desastre se muere.

—¿Pero si de nuevo viene ese idiota de Pasquale? —cuestionó Agustina alarmada.

—Ojalá que no —me quede pensando en eso, Pasquale necesitaba ayuda, no es normal que se comporte así solamente porque no quiero estar con él.

🌙🌙🌙

Unas horas después llegó Esteban y Agustín, ambos reían.

—¿Por qué tan felices? —pregunte con una sonrisa.

—Es que Esteban se equivocó de auto y se subió a otro —dijo Agustín aún entre risas.

—¿Qué? —dijo Agustina uniéndose a ellos—. ¿Cómo pasó?

—Era un auto igualito al mío —dijo Esteban—. Cuando estuve dentro me di cuenta que había una ancianita en el asiento del copiloto, creyó que le iba a robar y me golpeó con su bolsa dentro del auto —dijo sonriendo—. Moría de vergüenza.

Comenzamos a reír todos, pobre Esteban.

—Bueno, tan siquiera nos alegró algo después de lo que pasó aquí —comentó Agustina, yo sólo apreté los párpados, preferiría que no hubiera dicho eso.

Esteban y Agustín se pusieron serios.

—¿Qué sucedió? —preguntó Esteban.

—Vino Pasquale, el tipo que quiere con Karol, se puso efurico y tiró todos los libros de los estantes.

Esteban abrió los ojos como platos, Agustín apretó la mandíbula y me miró serio.

—¿Qué? —dijo Agustín molesto.

—¡Si, Agustín!, afortunadamente logramos acomodar todo —respondió Agustina.

—¿Te hizo algo? —me preguntó Agustín apretando los puños.

—No, en realidad cuando eso pasó yo aún no llegaba.

Agustín soltó un suspiro de alivio.

—Ese chico si que está loco —habló Esteban—. Menos mal que están bien.

—Si, de hecho, de todas formas es mejor que no estén solas aquí, chicas —dijo Agustín—. Vendré por las tardes.

—No, Agus, en verdad no te molestes —dije.

—Debo hacerlo, Karol, mi prioridad es que estés bien, no quiero ni imaginar que te pase algo —comentó Agustín, tomándome las manos.

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