El tiempo con Ruggero se me pasaba volando, era algo raro, porque al principio pensaba que estar con él toda la tarde iba a ser algo incómodo e insoportable pero hasta eso, Ruggero se ha comportado muy diferente conmigo a como se venía comportando anteriormente.
Ahora se encontraba frente a mí, con la guitarra que había sacado de mi armario ya que ahí la tenía escondida, esa guitarra era un obsequio de mi padre cuando cumplí 15 años, antes solía tocar en los coros de las iglesias con ella, pero después de que mi madre murió la arrumbe.
—No, así no —sonreí y me acerque a Ruggero para poder ayudarlo con la guitarra—. Debes pasar los dedos así —tome su mano y lo mire a los ojos—, de do, re, do...a...do, sol, fa —dije moviendo su mano con la mía.
Ruggero me sonrió tiernamente, algo que no solía hacer, yo sin pensarlo imite su acto.
—Gracias —asentí y quite mi mano de encima de la suya—. ¿Sabes cantar? —preguntó.
—Un poco, dejé de hacerlo cuando mi mamá murió.
Ruggero me miró con tristeza.
—Lo siento mucho —solté un suspiro y negué con la cabeza.
—No, ella ahora está mejor y es mejor seguir adelante, a ella no le gustaría que me deprimiera —me levante de la cama en donde minutos antes estaba y camine unos pasos hacia la ventana y me abracé a mí misma.
—Oye... —gire a verlo—. ¿Y si me tocas una canción?, para que no te sientas triste —le sonreí y me acerque a él.
—De acuerdo —nuevamente tome asiento a su lado—. ¿Cuál toco?
Ruggero me entregó la guitarra y levantó los hombros.
—No tengo idea de música, sorprendeme —levantó una ceja y me regaló una linda sonrisa.
—Está bien, pero te aviso que no canto de maravilla.
—Me gustaría correr el riesgo.
Solté una risa y comencé a tocar la guitarra.
Mientras estaba cantando Ruggero me miraba fijamente y muy serio, lo que me hacía sentir nerviosa, pero yo continuaba con la canción, vi que a Ruggero se le escapó una sonrisa, cuando estaba cantando el coro, lo que me hizo sonreír.
Cuando termine de cantar la canción Ruggero se me quedó viendo a los ojos.
—¿Qué tal? —dije tímidamente.
—Tienes una voz muy poco común —dijo seriamente—. Y eso la hace hermosa, además, tocas la guitarra increíble, deberías de dedicarte a la música —baje la cabeza.
—Gracias —dije tímidamente—. Aunque quisiera dedicarme a esto, lo tengo prohibido —dije mientras me levantaba de la cama y guardaba la guitarra en su funda, unos pasos se escucharon afuera de mi recámara—. ¡Escondete!
Ruggero corrió y se metió al baño.
Mi abuela abrió la puerta y me observó asombrada.
—¿Tú estabas cantando? —preguntó, asentí—. Creí que jamás te iba a volver a escuchar, que bueno saber que estás volviendo a ser la misma Karol de siempre —me abrazó.
—Ahm si, abuela, pero ya no lo haré.
—Cariño, no porque cantes aquí en casa es porque ya vas a ser algo en ese medio, puedes cantar cuando quieras, cantas muy lindo.
—Gracias, abuela —dije seria—. ¿Por qué no vas allá abajo? —comente nerviosa.
—Bueno, ya me voy, es que sólo venía a comprobar lo que escuche. Pero ahora me voy —hice un ademán con la mano y mi abuela salió de mi habitación, cerrando la puerta tras ella.
Suspire y continue guardando la guitarra, Ruggero salió del baño.
—Lindo baño —me dijo y se tiro a la cama—. Bueno, me decías. ¿Tienes prohibido cantar?
—No, bueno, cantar no, sino que dedicarme a la música. En mi familia es complicado esto de la profesión musical, no lo entenderías.
Ruggero me miró sonriente.
—Eres muy misteriosa —negué con la cabeza.
—No tanto como tú, señor Pasquarelli —camine al armario y metí la guitarra.
—Te das cuenta que hemos estado hablando como si fuéramos amigos, en todo el tiempo que he estado aquí no te he molestado —se levantó de la cama y se acercó a mí, gire a verlo y choque contra él. Sus ojos estaban a unos centímetros de mí.
—Es impresionante... —susurré, mire sus labios, ¿quería besarlo? ¡Si quería besarlo!
—Creo que más que eso —sonrió ligeramente y se acercó un poco más a mí—. Me gustó la canción.
—Es... —estaba nervisisima—. Es una de mis favoritas.
—Me preguntó que pasaría si... —de pronto Ruggero sin previo aviso junto sus labios con los míos, abrí los ojos ante su acto pero poco a poco los fuí cerrando hasta que mis manos se hundieron en su lindo cabello.
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Hijo de la Luna
FanfictionLa leyenda que nadie quiere contar. La vida de Karol Sevilla es sumamente normal, la típica vida de una chica de 19 años que sólo busca ser alguien en la vida, ella ha decidido estudiar en la Universidad en la carrera de Filosofía. Todo iba bien h...