Capítulo 1 •El beso del Diablo•

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Presente

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Presente...

Me frote las manos para entrar en calor, caminaba hacia la parada de autobuses, la luz del sol aún era inexistente, observé mi reloj de pulso, 5:30 a.m., tenía que llegar temprano a clases. Al llegar compre un boleto hacia el Estado de Tlaxcala ya que ahí se encontraba mi Universidad.

Después de agradecerle al señor de los boletos, saque mi celular y observé los Whatsapp que no había leído la noche anterior.

—¡Tlaxcala! —gritó el señor de los boletos, haciendo que me sobresaltara un poco. Guardé mi celular y subí al autobús.

Las personas que estaban dentro me observaban raro y cuando pasaba a su lado, algunos hasta se persignaban, fruncí el ceño desconcertada, me senté hasta el último asiento y observé mi aspecto. ¿Acaso doy miedo?

—Boleto, por favor —levante la vista rápidamente y era un joven, supongo que se encargaba de cobrar y asegurarse de que los pasajeros tenían boletos.

—Oh si, disculpa —mostré el boleto, el chico lo tomó y lo inspeccionó para posteriormente volvermelo a entregar.

—Muy bien —dijo y se alejó de mí, pidiéndole a las demás personas lo mismo que a mí.

Solté un suspiro. ¿Cómo será mi nueva Universidad?, solía vivir en la Ciudad de México, pero un día mi madre se accidentó y desafortunadamente no sobrevivió, por lo cual tuve que abandonar mi vida en aquella Ciudad, mi padre trabaja en Canadá, por lo tanto no lo veo muy seguido sólo en fechas especiales, como Navidad y esas cosas, así que ahora vivo con mis abuelos paternos en un pueblo que yo ni siquiera sabía que existía, su nombre es: “El beso del diablo” terrorífico, ¿no? Tal vez por eso las personas de este autobús me veían así. Bueno, hoy es mi primer día en otra Universidad, la buena noticia es que no tuve que repetir primer semestre ya que revalidaron mis materias.

El autobús frenó de golpe ocasionando que chocara con el sillón de en frente.

—Mierda —susurré molesta.

—¡Lo siento! —se disculpó un chico que había subido al autobús, llevaba unos planos, supongo que es estudiante de Arquitectura.

—¡Ten más precaución, niño! —dijo el chofer—. Muestra tu boleto.

Y así lo hizo, el chofer le hizo una señal de que pasara a sentarse y para mi sorpresa le hicieron lo mismo que a mí, se persignaban.

—¡Oh, vamos, no sean ridículos, es sólo el nombre de mi pueblo! —exclamó y tomó asiento junto a mí.

—Así que también eres de aquí —le hable.

Él giró sorprendido a verme.

—¡Woow, woow, alguien en el transporte público me dirige la palabra! —me sonrió, tenía unos ojos muy bonitos—. Así es, vivo aquí desde que tengo memoria. ¿Y tú? Nunca te había visto.

—Acabo de mudarme —expliqué—. ¿Por qué hacen eso?

—¿Te refieres a persignarse? —asentí—. Bueno, además de que vivimos en un sitio con un nombre como: “El beso del diablo” también lo hacen porque en este pueblo han pasado muchas cosas extrañas, piensan que estamos malditos por el simple hecho de vivir aquí.

—¿Malditos? —el chico de ojos bonitos asintió.

—Si, hace muchos años hubo muchos asesinatos. Decían que el diablo andaba suelto en el pueblo y que todos los que morían, nacieran o vivieran en el pueblo automáticamente era besado por... El de abajo —eso me asustó—. Por cierto, me llamó Agustín Bernasconi pero puedes decirme Agus, es más corto y me gusta más —me guiñó un ojo—. ¿Cuál es tu nombre?

—Soy Karol Sevilla, un gusto, Agus —le dí la mano y él correspondió el saludo.

—El gusto es mío, señorita Sevilla y bienvenida a El beso del diablo.

Hijo de la Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora