4. Dios soy tu mejor guerrera, apiádate de mí

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LEXIE

Mi mamá me abraza muy fuerte por delante, mientras que papá me da palmaditas en la espalda por detrás.

A penas crucé la puerta y entré a la casa, lo primero que me preguntaron fue si ingresé o no al equipo de ballet. En serio, no me preguntaron cómo estaba, cómo me sentía o que tal en la casa con la tía Pamer. Nada. Solo el ballet.

—Me alegra mucho, sabía que lo lograrías.

—No por nada me pusiste toda mi infancia en cursos de ballet, eh. —sonrío incómoda.

Desde que tengo uso de razón, mamá siempre quiso que me dedique a algo que tenga que ver con el arte. Obviamente no quiso la música. Para la natación, bueno no soy tan buena que digamos y ahogarme es lo único que sé. El futbol y básquet no son mi fuerte, ni nada con pelotas o tener que ir tras de ellas. La pintura pudo haber sido, si no le tiraba todo el bote de pintura azul al profesor y esta fuera semipermanente. Que puedo decir, era una niña y no iba a saber lo que podía pasar, por cierto, creo que hasta el día de hoy tiene algunas manchas azules. En fin.

El ballet fue un último recurso y por desgracia soy buena bailando, de alguna u otra forma acepté estar en los talleres de verano de pequeña. Lo malo, es que nunca era la principal. Una vez fui un gusano. Lo sé, que triste.

—Tengo fe en que esta vez vas a ser la estrella.

—O podría ser un árbol. —bromeo

—Un árbol muy lindo y brillante. —dice mi padre.

Le regalo una sonrisa y me da un beso en la frente.

Pasamos toda la tarde viendo una serie que es de mis favoritas junto con el odioso de mi hermano, quien no se cansaba de repetir una y otra vez que tal personaje luego iba a morir.

Por momentos le lanzaba patadas a sus costillas para que se callara y me las devolvía.

Al caer la noche, nos fuimos a cenar a un restaurante de la ciudad que no era tan elegante, pero tenía su estilo. Nuestra mesa era en forma de circulo con un mantel blanco y encima uno rojo oscuro, cada uno tenía una copa a su lado y había un florero en el centro con una vela al lado encendida.

Hubiera preferido ir a comer alguna hamburguesa o pizza, pero con esto me conformo. Es uno de mis restaurantes favoritos, donde la comida siempre es deliciosa y te sirven con una muy buena cantidad.

Acomodo mi vestido negro por debajo de mis rodillas y froto mis brazos desnudos.

El camarero se acerca y amablemente nos dice la carta de la noche, cada uno hace su pedido y se retira igual que como vino.

—Lexie, hija cuéntanos cómo va la universidad.

Volteo para ver a mi mamá, quien está esperando una respuesta de mi parte.

—Todo va bien.

—¿Nada más? ¿Todo bien? —asiento— ¿No hay nada interesante para contar?

Que crearon un rumor acerca de mí y un chico con quien supuestamente me acosté, solo que al final si nos acostamos, pero él no sabe que nos acostamos.

—No.

Me mira fijamente unos segundos.

—¿Segura? ¿No te has sentido más cansada de lo normal o mareada...?

Me tenso por completo.

—No hay nada que contar, madre.

—Noemi, déjala. Si no quiere contar nada está bien. —mi padre habla por primera vez en la mesa.

Besos Que Duelen [Besos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora