31. Soy todo lo que dijeron que sería

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LEXIE

La mano de Victoria me presiona con más fuerza mientras caminamos por el largo pasillo oscuro iluminado apenas por dos lámparas viejas y rojas.

—Vic tranquila, me vas a dejar sin dedos.

Volteo para darle una ojeada y me sonríe en modo de disculpa soltando mi mano solo para ahora agarrar de mi manga del vestido. Antonia nos había llamado por la mañana a las dos y no nos aparecimos si no hasta después del almuerzo. No porque no tuviéramos tiempo, si no porque le teníamos miedo.

Miedo de que nos dé las malas noticias sobre que nunca más volveremos aquí y me presentaré.

Había pasado una semana desde mi encuentro en el carro con Cayden y desde entonces nos hemos visto envueltos en un bucle sexual. No hay un solo día en que no lo hayamos hecho, de cualquier posición o en cualquier lugar. Hasta el momento, el que más me sorprende fue cuando se metió al baño de mujeres conmigo en un cubículo y me hizo un oral mientras otras chicas entraban al baño dándole igual.

Trato de mantener mis recuerdos eróticos lejos para no humedecerme en estos momentos, pero otro recuerdo de nosotros en el cine me atormenta. Debo calmarme, no es el momento para pensar en esas estupideces.

La respiración de Victoria se hace más pesada y casi volteo los ojos. No es como si nos vayan a matar.

—Aquí es. —Murmura y giro hacia la derecha.

Una puerta de madera gastada con el nombre de Antonia tallado en el centro nos da a la cara. En vista que Victoria no va a mover un solo musculo, yo alzo mi puño y le doy tres toques. Se demoran pocos segundos en darnos el permiso de entrar.

Giro el pomo oxidado entre mis manos y abro. Soy la primera en entrar teniendo en mi espalda a Victoria como si yo fuera su escudo. Que miedosa.

Paseo la vista por el pequeño cuarto conformado por dos sillones negros de cuero viejo, en el medio hay una mesa oscura llena de papeles y una pequeña laptop de hace siglos. Me fijo en la chica que sigue pendiente y concentrada en escribir en ese mismo aparato sentada en una silla de madera. Antonia es una chica joven, no tanto como nosotras, pero definitivamente no pasa de los treinta años. El cabello rosado pintado por debajo de los hombros hace que luzca como una adolescente, pero en cuanto le ves su cuerpo muy desarrollado y rostro maquillado con unos cuantos piercings te das cuenta que no lo es.

Cierra la laptop al mismo tiempo que Victoria con su pie la puerta.

Jalo a mi amiga a un lado y le lanzo una mirada de reproche para que se comporte. Entiende mi señal y se endereza mirando al frente y sin temblar como lo hacia hasta hace cinco segundos.

—Me parece que llegaron un poco tarde —Alza una ceja, se levanta muy despacio—, pueden tomar asiento.

Me desplazo al sillón que se ve más cómodo y resistente. Ambas nos sentamos en el más pequeño, pero suficientemente grande para nuestros cuerpos delgados. Toni sigue apoyada de la mesa atrás de esta.

—¿Desean que sea directa o les hablo bonito? —Ataca con garras y todo de golpe.

—Se directa, Antonia. —Suena más duro de lo que esperaba, pero eso parece gustarle cuando sonríe.

—Bueno, entonces esto es así: Ustedes dos no me respondieron los mensajes por días, me dejaron a mi suerte con cientos de personas esperando a que la gran "Girl Guitar" se presente y tuve que hacer muchos rembolsos sin añadir que varios de ellos exigieron más dinero —Golpea con fuerza la mesa cuando termina de hablar. Se toma unos segundos antes de continuar—. Ya no te vas a presentar aquí nunca más, Coral. No puedo volver a confiar en ustedes dos.

Besos Que Duelen [Besos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora