29. Creo que cometí un error

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LEXIE

Mierda.

Es lo único que se me viene a la cabeza cuando despierto en una habitación desconocida y con ropa que no es mía.

¿Qué carajos sucedió anoche? Mierda, mierda. Mil veces mierda.

Si me he metido con un hombre juro que me corto las dos tetas.

Mis parpados se sienten pesados y el estómago me golpea tan fuerte que siento vomitaré en cualquier momento. Trato de recordar los sucesos de anoche, pero veo todo borroso y apenas en mi mente aparece una imagen del bar donde estaba. ¿Me dejaron a mi suerte?

Por un demonio, nunca me había dolido tanto la cabeza como ahora.

Recorro toda la habitación tratando de buscar alguna pista que me indique donde estoy, pero no veo nada más que muebles marrones perfectamente limpios. Ninguna maldita foto para poder descubrir quien me trajo hasta aquí.

Mis padres van a matarme, definitivamente. ¿Qué hora es?

Levanto la sábana blanca donde me encontraba debajo y maldigo al ver que únicamente llevo mis bragas cubriéndome ahí abajo. Ni siquiera tengo un sostén que cubra mis tetas las cuales se traslucen por el delgado y grande polo azul oscuro que llevo encima. Me bajo de la cama y mis piernas se sienten como gelatina, la última vez que las sentí así fue cuando tuve sexo.

Estoy segura que no lo tuve porque si no me dolería ahí abajo o sentiría incomodidad, pero no hay nada. Apoyo todo mi cuerpo en una mano contra el colchón cuando empiezo a caminar hacia la puerta. No escucho ruido alguno.

Cuando puedo recuperar mi equilibrio y estabilidad camino con los brazos cruzados en mis pechos para que no se me noten mucho. No vi rastro alguno de mi demás ropa o sostén para poder ponerme, así que no me quedó de otra que salir así.

Aparto los mechones de mi cabello cuando caen sobre mi rostro al agachar la mirada para ver por donde piso. El suelo blanco y brillante está demasiado frío, parece que lo acabaran de trapear hace poco, un olor a lavanda inunda mis fosas nasales e inspiro profundamente refrescándome del aroma. Por fin alzo la mirada al ver que el pasillo por donde caminaba dejando atrás la habitación del terror termina dando paso a un enorme salón. ¿Esto es un departamento?

Miro alrededor buscando respuestas a mis miles de preguntas, pero no veo nada más que objetos. Ni una sola persona.

Sigo caminando con el corazón en la garganta, paso por un lado de los sillones de cuero relucientes acercando mi dedo para recorrerlos por el respaldar. Avanzo unos cuantos pasos más y me sobre salto al ver salir a alguien debajo de la isla en la cocina.

—¡Joder! —Me llevo la mano al corazón. Bastian me mira desde su lugar ladeando la cabeza.

—Buenos días a ti también.

¿Qué carajos hago en la casa de Bastian?... ¡De Bastian!

Por favor Lexie, trata de recordar lo que hiciste anoche.

Trato una y otra vez, pero no puedo.

—¿Cómo llegué hasta aquí?

No me responde, solo se limita a observarme de pies a cabeza. Vuelvo a bajar la mirada y recuerdo como voy vestida, cruzo mis brazos nuevamente y camino hasta las sillas de la isla para sentarme en ellas así no pueda ver mis piernas desnudas y mis brazos se apoyen en la pequeña mesa y tape mejor mis pechos. Alzo la mirada hacia él cuando logro mi misión y me regala una sonrisa ladeada.

Lleva únicamente unos pantalones sueltos grises que hacen juego con su polera del mismo color, el cabello revuelto está ligeramente mojado lo que me hace pensar que se bañó antes que me despertase, y probablemente estuvo desnudo a mi lado mientras se cambiada. Jesús.

Besos Que Duelen [Besos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora