33. Tal vez yo soy el problema

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LEXIE

Juego con el tenedor entre mis dedos, picoteando la comida en silencio total mientras los demás hablan entre ellos. Las risas de algún chiste que contó mi abuelo no tardan en invadir todo el espacio haciéndome resoplar.

Mamá cuando volvió hace una semana de su viaje llegó con la gran sorpresa de presentarme a mis abuelos los cuales nunca me permitió ver y no solo eso, si no que me enteré que aquella señora parecida a mi madre que vi en el hospital era mi abuela. Desde entonces ellos se quedaron a dormir en uno de los cuartos de invitados que tenemos y he tenido que verlos todos los días, tratando de asimilar la situación.

Pero se me es muy difícil.

Cuando llegaron obviamente me enojé, estuve peleada con mamá porque nunca los pude conocer y en cierto punto los creí muertos. Tuve que ver durante años en el día de la familia en primaria y secundaria como los demás iban con sus abuelos mientras que yo solo estaba con mis padres. No es una queja, solo que me duele el que me hayan arrebatado eso.

El calor de la abuela cuando te abraza mientras come galletas recién horneadas, que te enseñe a tejer o vean las novelas latinoamericanas antes del almuerzo y hablar toda la tarde de lo que podría suceder en el siguiente capítulo. Que tu abuelo te enseñe a bailar sus canciones antiguas, a manejar, te hable de lo que sucedía hace muchos años y sus acontecimientos más importantes.

Todo eso me quitaron, ¿para qué? Para que luego de veintiún años finjan que nada pasó viniendo dos semanas antes de la boda de su hija y conocer a sus nietos.

Eider los sonríe tímido desde mi lado comiendo su plato especial de hotdogs con huevos revueltos. La tarántula descansa en su regazo, al parecer está dormida.

Él es al que menos le afectó, la verdad creo que le dio igual conocerlos o no. Pero no a mí, porque yo de niña siempre les pedí que me los presenten, buscaba la manera y pretextos de que pueda ver a mis abuelos y me lo negaban ese derecho una y otra vez.

Alzo la mirada de mi plato lleno para encontrarme con el rostro de la abuela. Su cabello rubio está igual de ordenado que cuando la vi en el hospital, al igual que su ropa está limpia y de tonalidad claras combinando con su piel. El rostro lo tiene limpio, únicamente con un labial suave y las pestañas ligeramente rizadas. Paso la mirada a mi madre quien copia sus mismas expresiones faciales cuando su padre hace un comentario, ambas arrugan la nariz y niegan con la cabeza en el mismo sentido para luego dar otro bocado a su pollo frito.

¿Qué pudo haberles pasado para que no quieran vivir esto antes? ¿Por qué recién ahora?

Mi celular vibra a un lado de la mesa y lo bajo con disimulo entre mis piernas para que nadie me vea.


Cayden: Te tengo una sorpresa, pero te la daré mañana.

Nos vemos en la universidad;)


Le mando un Emoji de corazón sonriendo a la pantalla, una mano se estira por la mesa obligándome a subir el rostro. Mamá me indica con la mirada que apague el celular y le hago caso a regañadientes.

—¿Qué tal la universidad Lexie? —Me pregunta la copia de mi madre.

Sigo jugando con el pedazo de pollo y ensalada mientras me habla.

—Bien.

—¿Solo bien? ¿No hay algo interesante qué contar? —Deja de comer y junta sus manos llena de pulseras doradas— ¿Qué estudias?

Besos Que Duelen [Besos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora