46. Testimonio eterno

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CAYDEN

Murió.

Murió.

Murió.

Esa palabra no sale de mi cabeza al menos unos diez minutos después. Noemi se acercó para sacarme del trance, pero no me moví ni un solo segundo.

¿Cómo se supone que alguien debe reaccionar cuando le dicen que ha muerto la persona que más amaba en este mundo? ¿Cómo puedo sentirme luego de lo mierda que fui con ella y no pude despedirme?

Un nudo en la garganta se hace cada vez más fuerte conforme trato de asimilar la situación.

—Murió, Cayden. Mi hija está muerta.

Lexie está muerta.

¿Lexie? Lexie...

Sus ojos verdes llenos de chispa viajan a mi mente, el brillo que emitían cuando me veía, su cabello dorado pegándose en el rostro cada segundo porque los mechones rebeldes nunca estaban en su lugar.

Un sentimiento extraño, nunca antes experimentado me recorre por toda la espina dorsal. Por fin reacciono. Luego de que mi corazón dejara de latir por al menos un segundo, volví a la vida. Aunque no quiero estar aquí.

—¿Qué? ¿Por qué? —Suelto las preguntas entre susurros y balbuceos— ¿Cuándo? ¿Cómo?

Noemi aprieta las manos en su regazo. Su esposo no deja de subir y bajar con el rostro serio, ¿cómo es que no se ve igual de afectado que su esposa?

Lexie está muerta.

Su hija está... Mierda.

El sollozo entrecortado de su madre es lo único que se escucha por varios segundos, nadie se atreve a hablar ni decir nada más.

Hasta que por fin se decide a contestar mis preguntas.

—Nosotros sabíamos que esto pasaría... Tarde o temprano, pero así sería.

—¿Sabían? —Siento que me falta el aire— ¿Cómo sabían que iba a morir?

Empieza a tocar cada dedo y golpearlos entre ellos, torciéndolos de manera ansiosa. Tal como solía hacerlo Lexie.

Creo que sigo en un estado de shock porque no puedo emitir ni una sola lágrima, ni enojo. Nada. Ni una emoción más que querer arrancarme el corazón.

—Cuando ella nació, dijeron que estaba bien. Como cualquier otra bebé... Pero cuando cumplió los seis años, nos encontrábamos en el patio jugando, como cualquier verano. Lexie estaba corriendo con Victoria cuando a mi hija le empezó a faltar el aire... —Se sorba la nariz, se toma unos segundos antes de continuar— Todos nos asustamos demasiado, la llevamos lo más rápido que pudimos a la clínica. Creímos que iba a tener asma o algo por el estilo, que se pueda controlar. Pero no era eso, sin dudas no se podía controlar.

Un golpe proveniente de arriba hace que se sobre salte. Le sigue otro más fuerte con un grito desgarrador. Noemi cierra los ojos mientras nos quedamos en silencio unos segundos escuchando a su esposo sollozando.

Mis uñas se clavan fuerte en la palma, puedo sentir un líquido derramándose poco a poco.

—Los doctores dijeron que sufría de insuficiencia cardiaca. —Vuele a hablar al paso de un minuto— Nos explicaron que es una condición médica crónica en la cual el corazón no puede bombear suficiente sangre para satisfacer las necesidades del cuerpo. Puede desarrollarse lentamente con el tiempo o puede ocurrir de repente debido a una lesión cardíaca aguda... —Toma aire— Yo sentí como el mundo se me venía encima. Traté de ser fuerte por mi niña, pero no podía. No soportaba la idea de que en cualquier momento se vaya por siempre de mi lado.

Besos Que Duelen [Besos #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora