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La residencia de la familia de Hoseok parecía una especie de colorido campo de batalla entre los que destacaban algunas piezas lego rosa y amarillo, y bloques de construcción que formaban pequeñas pilas de lo que alguna vez fueron ingeniosas creaciones y que hacían ver a los desastres en la cabaña como una sencilla obra que armonizaba con el ambiente.

Mantas de colores sobre el sofá, más juguetes, dibujos sin terminar sobre la mesa, otros pegados sobre las paredes, acuarelas, crayones y lápices de colores rodando perezosamente sobre la madera, algunos también sobre las escaleras formaban parte de la decoración de la sala de estar.

No había forma de no llamar desastre a esta escena, sin embargo tampoco podría ser el caso.

Sorpresivamente la casa estaba limpia y perfectamente ordenada. Las cortinas de un azul pastel ondeaban con la brisa, presumiendo su inmaculada delicadeza.

Pequeños rayones recién borrados podían apreciarse sobre la pared. Había algunas gotitas de pintura esparcidas por la alfombra y animales de felpa obedientemente alineados sobre el sofá, dándole un cálido ambiente hogareño. Un ambiente feliz y dulce que se reflejaba en cada rincón.

En cada fotografía de los dos niños sonrientes que adornaban aquel espacio, en cada pequeño detalle de este.

Un cálido ambiente que le hizo sentir un poco envidioso y... solitario.

—Ha pasado mucho tiempo, Jiminnie.

La puerta de la habitación de Hobi se abrió y fue Jackson quien lo recibió e invitó a pasar dentro de esta. Le sonreía cálidamente, incluso se permitió abrazarlo y el rubio hacerlo de vuelta.

—Te ves bien —halagó Jackson.

—Gracias, tú también —le sonrió suavemente.

Sus ojos barrieron superficialmente la habitación al mismo tiempo que caminaba hacia el interior. Era amplía, la luz del sol se derramaba gentilmente por cada rincón, tamizada por delegadas cortinas y se reflejaba sobre los pequeños detalles en blanco y azul de las paredes.

Una cama de tres plazas estaba dispuesta en el centro y sobre esta, un Hoseok con los brazos cruzados y las mejillas infladas estaba sentado.

—¿Qué le pasa a él? —Jimin lo señaló con un movimiento de cabeza.

Esa no era la imagen que esperaba ver y se sintió curioso por la situación que había llevado a ese siempre sonriente chico a parecer malhumorado.

Jackson rio nerviosamente al tiempo que se frotaba la nuca y regalaba una fugaz mirada al chico en la cama.

—Está un poco... ¿frustrado? —respondió sin estar muy convencido al respecto, una ligera mueca contrayéndole el rostro.— Creo que vas a entenderlo mejor si te acercas.

A la izquierda de la cama, una larga cuna blanca estaba ubicada, dos niños vestidos con un par de pijamas blancos con estampados de girasoles daban saltitos sobre un par de taburetes y se apoyaban de los barandales al mismo tiempo que estiraba las manos, buscando tocar con ilusión a sus nuevos hermanitos.

—Tío —el pequeño castaño, Yohan, lo miró casi suplicante, le agitó la cabeza y le revolvió el cabello. El niño se sonrojó suavemente y le sujetó la mano.

—¿Ya los viste tío, Jimin? ¡Son muy bonitos! —exclamó Yosef dando un salto que casi la hace caer del taburete, siendo detenida por su padre que se precipitó a ayudarle.

—Quiero jugar con ellos, pero no me escuchan cuando les hablo —el otro pequeño sujetó los barrotes y pegó la carita contra estos, se veía un poco triste; fruncía los labios de la misma adorable forma que Yohan.— ¿Cómo hago que me escuchen?

Breaking-off [Vminkook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora