14. Trato

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Su mano me da suaves acaricias circulares en mi abdomen, sintiendo como eso me provoca respirar pesadamente, perdiéndome en dos mundos verdes que ocultan tanto y de la misma forma expresan demasiado; Dierik se pega aún más a mi, como si eso fuese posible y sus labios se separan, nuestras narices se rozan y juro que si pudiera quedarme aquí, lo haría por toda mi vida.

¿Qué me has hecho Dierik Hale?

— Te propongo algo — traga duro mientras yo me permito detallarle sus labios — si llego a saber qué ocurrió, me deberás dar algo a cambio.

— ¿Có-cómo un premio? — respiro agitada por su mano en mi vientre.

— Exacto — sonríe y cierra sus ojos jugando con nuestras narices — ¿entonces?, ¿me dirás lo que ocurrió?, si lo haces te salvas del trato.

— Me avisas cuando lo sepas — vuelvo a retarlo y ahora soy yo quien sonríe.

Sus ojos vuelve a tener ese brillo extraño.

No es como cuando está enojado, tampoco es el mismo que aparece cuando está peleando, es uno que no sé cómo definir pero me afecta hasta a mi, mis piernas tiemblan ante esa mirada y bien podría arrodillarme ante él; sus manos se posan en mi abdomen, dando masajes y luego baja mi blusa, acomodándola lo mejor posible, dando la ilusión que nunca me la enrollo hasta bajo los pechos.

Después de eso, toma mi mano.

— Vamos — caminamos hasta un ascensor.

— ¿Dafne sabe que estamos aquí? — pregunto viendo que presiona el botón del último piso, luego de poner una contraseña - ¿y por qué la gorra?

— La gorra es para ocultar tu rostro, no quiero que alguien de aquí te investigue porque quedo enamorado de ti y Dafne no sabe que estás aquí, es una sorpresa — me guiña un ojo y me sonrojo — te ves aún más tierna así, en serio que Dios te creo como una disculpa por todas las mierdas qué hay en el mundo.

— ¿Eso es bueno? — enarco una ceja.

Él suspira.

— Para los demás un poco, para mi no y para ti sí — comenta y su dedo pulgar roza por toda mi mano.

— Ya, me tranquiliza mucho — utilizo un poco de sarcasmo, esperando un regaño como lo hace mi madre.

Pero ríe y sujeta con más fuerza mi mano.

Nunca he tocado así a un chico, por lo tanto, me sorprende lo pequeña que se ve mi mano junto a la suya y, aunque la de él también es delgada, mis dedos parecen ser palitos frágiles a comparación de los suyos, las venas resaltan en esa piel tan blanca y me gusta mucho; las puertas metálicas se abren y ambos bajamos del ascensor, varias personas caminan de un lado a otro, su vestimenta es como los uniformes de los policías en Ojai.

Todos de negro.

— ¿Ale? — la voz dudosa de Abraham me obliga a buscarlo y cuando me ve se asusta al reconocerme bajo la gorra — ¿qué hace aquí?, ¿estás bien?

— Sí, estoy bien — susurro pegándome más a Dierik.

— Oh, lo siento — se aleja al verme nerviosa con su presencia — ¿Die?

— Estamos bien — su voz ha cambiado e igual su expresión — Adrian estuvo cerca de Alesara, me sorprende que su idea haya funcionado.

Abraham abre los ojos al tope.

— Qué bueno que fuiste vos a cuidarla entonces, ¿por qué no la llevamos a otro lado? — dice y vuelvo a verlo, antes estaba al pendiente de no tener a más chicos cerca de mi.

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