8. Prueba

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Dafne

Ignorada, así es como he vivido toda mi vida por mi apellido, el miedo que la gente me tenia era por creer que mi padre los mataría solo por hablarme. Nunca tuve amigas, cada vez que intentaba ser amigable y se juntaban conmigo, eran por dos cosas: por dinero o por mi hermano, nunca fui yo quien importaba, solo intentaban ganarse el cariño de la hermanita de Die Hale y por ello tomé un taxi, viniendo lo más rápido posible por Alesara.

Entro con brusquedad a la oficina de Felix.

— ¡Die!, ¡Ale! — grito al verlos ahí.

Todos voltean a verme.

Varios guardias se quedan a mis espaldas, me concentro totalmente en mi hermano, quien tiene a Alesara entre sus brazos dormida, esa imagen queda impregnada en mi mente, se ven tan bien juntos. Me acerco a ellos, acariciando la mejilla de mi amiga, los golpes que le dieron son visibles y trato de mantenerme tranquila, me relajo con saber que está bien de salud y que pronto los chicos me explicaran lo que ha sucedido.

Suelto un suspiro.

— ¿Por qué han tardado tanto? — miro a mi hermano confundida — me he preocupado, ¿está bien?

— Sí, ella está bien, solo está dormida — la voz de Die sale en un susurro y frunce el ceño cuando ve que Ale se mueve — aunque no tardará en despertar.

— Apresúrate entonces — mi papá enarca una ceja — al menos que quieras escuchar sus gritos, en ese caso, esperemos unos minutos.

— ¿Gritos? — pregunto confundida, viendo a mi padrastro — ¿de qué hablas, papá?

Todos quedan en silencio.

— Verás, princesa — Felix es quien habla y todos ponemos los ojos en blanco — si Die quiere llevársela, deberá follar a la chica.

— ¿Qué pendejada es esa? — niego varias veces con recordar el miedo de Ale — ella sale de aquí y punto.

— Hija, es cuestión de reglas, no puede salir así nada más.

— Las reglas están para romperse, ¿no? — mi sonrisa irónica sale a la luz.

Ambos adultos sueltan un suspiro.

— Adrian, encárgate — el señor Hale ordena y yo me pongo nerviosa.

— ¡No! — decimos al unísono Abraham, Die y yo.

Maldición.

Ver a quien consideraba como un hermano tan emocionado por la orden, me explicó el porqué el problema con nuestros padres, me arrepiento tanto que él haya ido por mi a la universidad ese día. Adrian me lo dijo, me advirtió que si no le presentaba a Alesara, él se encargaría de tenerla, sea por las buenas o por las malas, nunca pensé que llegaría tan lejos por ella, tenía esperanza que la olvidara.

Supongo que aumenté su deseo por mi amiga.

— Die... — susurro volteándolo a ver.

— No lo haré, Dafne — niega aferrándose a Alesara y alejándose de nosotros — no puedo y no quiero, no con ella.

Frunzo el ceño, al igual que Abraham.

No sé si él sea consciente de lo que hace con mi amiga, nunca se interesó por alguien que no fuera yo o su mejor amigo, excepto la maldita perra, pero ella no está aquí y no es a ella quien protege entre sus brazos. ¿Él estará...?, no, sería muy rápido, nadie se enamora tan deprisa; no sé qué sucedió cuando se encontraron, no pensé que lo harían, lo que puedo asegurar es que Ale se ganó un pedacito del inmenso corazón de mi hermano.

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