51. Torre central

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Mi risa es natural cuando mi espalda se dobla un poco hacía atrás, mientras él me sostiene muy fuerte de la cintura y deja un beso en el centro de la unión de mi cuello y mi pecho. Siento como mis mejillas se calientan por la acumulación de mi sangre y mi cabello ondea con el aire al estar colgando.

Entre risas me vuelve a enderezar.

- No eres tan mala bailando - sonríe y acaricia mi mejilla - entremos, hace frío y puedes enfermar.

- Me gustaría tener más momentos así contigo - digo sin pensar mientras nos tomamos de las manos, mejor cambio de tema - ¿ya no estás enojado?

- Nunca lo estuve - voltea a ver hacia los arbustos.

- Mentiroso.

Vuelve a sonreír.

- Bueno a dormir - me da un golpe en mi trasero cuando deja que entre primero a la casa - fue mucho ajetreo por hoy.

- ¿Tan temprano? - sonrío dándome media vuelta en las escaleras.

- Espero, por tu bien, que haya sido sarcasmo - ríe y rodea sus brazos en mi cintura para cargarme hasta que falta una escalera más - pareces una niña traviesa, es de madrugada, Lesa, a dormir.

- No quiero - hago un puchero mientras termino de subir.

Besa mi cuello haciéndome cosquillas.

Aún sujetado a mi cintura me lleva a la habitación en la que estuvimos al principio, ahora me toma entre sus brazos como a una princesa y me deja sobre la cama. Pensé en seguir con mi petición de quedarme despierta, la verdad es que ni tengo nada de sueño, pero los suaves y ricos edredones son demasiados cómodos para mi propio bien. Él sale de la habitación y yo abrazo la esponjosa almohada que había a mi lado, una de cinco está entre mis brazos.

Al rato, entra y apaga la luz.

- Me gustan estas sábanas y almohadas, me motivaron a quedarme acostada - digo y sonríe al mismo tiempo en que se quita la chaqueta.

- Se supone que ya eres grande para actuar como una niña chiquita - saca un arma que estaba bajo su camisa, la deja bajo la almohada y se acuesta junto a mi viéndonos a los ojos - pero te ves hermosa así.

- ¿Así cómo? - voy a ignorar el hecho que trajo un arma.

- Así de inocente - besa mi frente y me rodea con sus brazos, atrayéndome a su pecho - así de frágil.

Su olor me fascina.

Quedamos así, de vez en cuando su mano traza líneas por toda mi espalda y eso solo provoca que el sueño regrese a mi. Nuestras piernas entrelazadas aumenta mi miedo de poder tener un accidente con la regla y que él salga perjudicado. Pero no tardo mucho tiempo despierta, puedo ser consciente de cómo mis sentidos se relajan por completo.

Con él a mi lado... dormir es maravilloso.

- Descansa, mi niña - susurra y, aún más dormida que despierta, logro abrazarlo más.

- Descansa - contesto en un murmullo.

Estoy feliz.

Soy amante del sueño, pero nunca había disfrutado tanto de este momento, casi siempre repetía en mi mente los consejos y tratos fríos de mi madre. Había veces que tenía pesadillas, últimamente no he tenido ni un atisbo sobre eso y tengo la vaga idea de saber quien es el responsable de mi tranquilidad nocturna. Me da miedo, mucho miedo de amar a alguien que no puede corresponderme de la misma manera.

Pero él es... magnífico.

Abro los ojos algo atemorizada, de un momento a otro estoy sobre el pecho de Dierik. Ya he comprendido que cuando duermo con alguien tengo la necesidad de dormir sobre él, más si se trata de quien me tiene abrazada por la cintura. No sé cuánto hemos dormido, pero poco a poco voy saliendo del agarre que él tiene en mi e ir al baño a hacer el ritual que siempre se hace cuando estas en tus días. Cuando salgo de la cama, un frío aire me eriza la piel de la espalda, volteo hacia atrás y veo que la ventana está abierta mostrándome la oscuridad de la noche.

AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora