40. Tócate

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Cuando salimos de la oficina todo era un caos, agentes custodiaban puertas y el ascensor, aunque este estaba siendo muy bien vigilado por las tantas cámaras de seguridad que se encuentran por todo el edificio. Salgo del carro y mi mano se enreda en la suya, veo mi casa mientras la noche cubre todo el cielo, abro la puerta y un vacío crece en mi pecho al pensar alejarme de Dierik.

Dololi vuelve a aparecer.

- No quiero que te vayas - enredo mis brazos en su cuello.

- Tampoco quiero irme, mi niña - besa mi cabeza - no será por mucho, lo prometo.

- Ten cuidado, por favor - acaricio su mejilla.

- Deberías preocuparte más por ti - juega con nuestras narices - no dejes de escribirme, no salgas de casa y si lo haces avísame.

Cumplo la necesidad de besarlo.

- Nena, no podré irme si sigues así - dice entre besos.

- Quédate - mis ojos aprecian los suyos.

Suspira, soltándome y alejándose un poco.

- Entra, regresaré a la Torre - ordena esperando.

- No te canses mucho - abro la puerta y sonríe.

Cuando cierro la puerta mi corazón se hunde.

Dafne no podrá venir, tampoco Abraham y mucho menos él, los tres estarán ocupados en esa dichosa misión y me siento excluida, algo estúpido porque lo hacen por trabajo, no soy una agente, Lea o Ser, me parece extraño los nombres de los puestos pero me gustan al mismo tiempo. Dejo los dos celulares sobre la mesa, mis cosas se han quedado en el apartamento de Dierik, las traeré a la próxima.

Iba a subir cuando escucho pasos.

Inmediatamente mi alma abandona mi cuerpo, no es producto de mi imaginación porque vuelvo a escucharlos en el segundo nivel, la simple idea de ser atacada ahora mismo me asusta; subo cada escalera lo más silenciosa posible, localizando cada salida en caso de emergencia, los sonidos son más evidentes y claros en mi habitación, pareciera que no tratarán de esconderse ni nada.

Pongo mi mano en la manija y...

- ¡Por Dios! - grito cuando esta se abre por si sola, haciéndome dar unos pasos hacia atrás.

- Tanto tiempo sin verte - ríe - necesitaba hacer esto, en serio.

- Podrías ser más considerada con mis nervios, Fernanda - niego tratando de calmar los latidos de mi corazón descontrolado - ¿qué haces aquí?

- No creíste que Die te dejaría sola, ¿verdad? - se tira a mi cama y yo busco algo fresco para cambiarme - me llamó hace un par de horas, me dijo que estarías aquí y no podría acompañarte por la misión, así que vengo a reemplazarlo; no te besaré ni tendré sexo con vos, aclaro.

No puedo evitar reírme.

- Estás loca - me siento a un lado de ella con un vestido floreado en mis manos, agradeciendo su presencia - ¿tu mamá sabe que estás aquí?

- Sí, le dije que el examen del lunes iba a ser pesado y necesitaba apoyo de alguien competente en la universidad - dice mientras balancea sus pequeñas piernas en el aire - obvio me dejo quedarme.

- ¿Sabes cuándo terminaran? - no han pasado ni diez minutos y ya quiero estar con él.

- No, Abraham también me pidió que no saliera de aquí y que no podría verme, por mi seguridad claro.

Su tono de tristeza no pasa por alto.

- Y... - sus ojos me miran esperando a que diga algo - ¿no me dirás nada sobre tu nuevo hermano?

AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora