12. Investigación

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Súplica tras súplica, me llevo más de un par de horas para convencer a mi madre, quien aún sigue manteniendo la ley de hielo conmigo, pero accedió a dejarme ir a la biblioteca, con varias reglas; además, se encargó de hablar con la señora Margaret, la cual prometió tener sus dos ojos sobre mi para que no cometiera ningún error.

Será un problema.

— Alesara, si me llego a enterar que tienes un perro tras tuya, me vas a conocer aún más, ¿entendido? — su amenaza sobra en estos momentos.

— Sí, madre — asiento bajándome del carro.

— No se preocupe, Aurora — la señora Margaret sale con una sonrisa tensa — yo me encargaré.

— Muchas gracias, se la encargo — contesta y no espera respuesta.

Acelera sin ningún cuidado.

Empiezo a caminar a la entrada de la biblioteca, sin pasar desapercibido la incómoda sensación de ser observada, dándome a entender que estoy mejor junto a la mujer ya mayor y no sola, podría ser Adrian quien esté viéndome y con solo imaginármelo me pongo nerviosa; acomodo mi mochila en el hombro, con la ropa de siempre  una camisa y jeans flojos, mi madre no me permite usar ropa ajustada y por lo mismo no me gusta. Ya adentro del edificio, busco lo que realmente vine a investigar, según mis padres tengo un examen mañana y por eso he venido.

Fernanda me ayudará con la otra parte.

— Bien, escucha — comienza la intriga mi mejor amiga, dejándose sentar junto a mi en la mesa  — debo decir que te ves totalmente bien, tu maquillaje va mejorando, aunque este moretón se nota un poco.

— Lo sé — asiento sabiendo que se refiere al que está junto a mi labio — intenté ocultarlo pero es inútil.

— Bueno, solo intenta que no se te acerquen a verte bien — asiente más para ella que para mi.

— Bien, necesito libros sobre embarazas — le digo mientras tomo un respiro antes de mi investigación.

Fernanda me mira extraña.

— ¿Embarazas? — enarca una ceja — ¿no sería embarazos?

— Eso, necesito libros de esos — masajeo mis cienes al equivocarme — yo buscaré libros acerca de juicios.

Ella asiente y ambas salimos en busca de nuestros útiles.

Mientras camino por los pasillos llenos de libros, puedo sentir con mayor intensidad la sensación de ser observada, busco al culpable pero esta vez no lo veo y me estresa saber que tiene cierta ventaja; mi mirada se dirige instintivamente al jardín qué hay tras una puerta de vidrio, el sol de la mañana dándole un brillo a las diferentes flores y plantas.

Regreso con miedo de ser otra vez secuestrada.

— ¿Encontraste? — pregunto a Fernanda.

— Sí, aquí es muy común este tipo de información, Alesara — me explica y quedo aún más sorpresiva.

Tomo el primer libro que trajo.

Esto es una locura, no sé cuanto tiempo pasa pero cada vez más quedo fría con lo que voy leyendo e investigando en la computadora de mi mejor amiga, no sabía absolutamente nada de esto; según este libro, nosotras las mujeres podemos tener bebés en nuestro vientre, bueno, en el útero para ser más exactos, no sabía ni siquiera las partes del sistema reproductivo femenino.

Pero necesitamos a un chico para lograr tener un bebé.

— ¿Alesara? — Fernanda susurra cerrando su libro de alguna novela — debo irme, Dafne ya debe venir a cubrirme.

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