29. Enamoradas

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Camino por el jardín trasero, sintiendo el aire correr por mi piel, Abraham y Dafne están dentro de la casa pidiendo algo de comer, esperándome a que termine aquí; estoy en llamada con Dierik, lleva ya bastante tiempo regañándome por haber permitido entrar a esas dos personas peligrosas a mi casa, algo que no entiendo por completo.

Creí que solo el señor Hale es peligroso.

- No te quiero cerca de ellos, Lesa - culmina al fin su discurso - por favor.

- Esta bien, ya entendí - pongo los ojos en blanco sonriendo.

- Tenía que hacer una escala aquí en Costa Rica, por eso llame a Abraham - suspira y me lo imagino junto a mi - ¿segura que no te dijo ni hizo nada Mariana?

- Quiso saber que había entre nosotros pero, para serte sincera, ni yo sé - mis mejillas se calientan ante esta confesión.

Él ríe.

- Ya hablaré yo con ella - informa y Dololi aparece otra vez - no quiero que estén ninguna de las dos cerca.

- Esta bien - intento no llorar.

Estoy... celosa.

Recuerdo lo que Dierik me describió como celos, yo lo quiero para mi y saber que hablara con esa mujer me carcome todo por dentro, me duele; aunque ahora es otra cosa que corre por mi mente, mi madre fue una agente y nunca pensé que seria algo tan grave como para que todos se llevarán una sorpresa de ese nivel.

¿Él sabía?

- ¿Sabías que mi madre trabajo en la CESE?

- Sí, pero no estaba completamente seguro que fuese cierto - explica.

- ¿Por qué no me lo dijiste? - susurro apoyándome en la pared de la casa.

- No sé que tanto quieras que yo sepa de ti, Lesa - muerdo mi labio - ¿tú lo sabias?

Sonrío.

- No, no lo sabía pero eso explica muchas cosas - camino por el jardín otra vez - ¿tu fuiste su jefe?

- No - ríe - fue mi abuelo Tom, así que, pregúntale a él lo que quieras saber.

- Me da un poco de gracia que sepas que iré a investigar - muerdo mi uña.

- Eres impaciente y curiosa, de lo contrario no me hubieras seguido para devolverme mis llaves y tarjeta.

Sí, bueno, soy culpable.

- Debo abordar - me informa - ten cuidado, te llamare cuando aterrice.

- Esta bien - miro el cielo - adiós, gatito.

- Adiós, niña - alejo mi celular y cuelgo.

- ¿Vas a comer? - pego un salto cuando Dafne habla.

Dios, que chica tan silenciosa.

- Obvio - entramos a la casa - ¿y Abraham?

- Dijo que iría por Fernanda - toma asiento en la mesa - aunque dudo que regresen por unas horas.

Me siento feliz por entender esa referencia.

Debo puntualizar que he visto a ellos dos juntos, mi amiga cada vez que esta con él parece no querer quitarle la mirada y no la culpo, sé lo que es esa red que los hombres tienen como ojos; mientras comemos nosotras, platicamos sobre nuestros exámenes, Dafne comenta varias veces que echo a la suerte varias de las preguntas.

Sonrío al imaginármela.

- ¿Conoces al abuelo de Dierik? - pregunto dejando mi plato a un lado.

- ¿Al abuelo Tom? - frunce el ceño - sí, pero, ¿cómo lo conoces vos?

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