32. Asesinos

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Me aparto de su cuerpo, antes que él sea quien me aleje y Dololi regrese con el doble de fuerza, mi acción lo confunde pero tampoco viene hacia mi y así me es más fácil contarle lo poco que recuerdo; camino hasta estar a unos pocos metros lejos de él, así me sentiré más segura para decir mis pecados y errores, aquellos que mis padres intentaron borrar.

Pero son parte de mi.

- ¿Lesa? - me llama con preocupación.

- Sí me secuestraron, tenía cinco años y estaba a una semana de mi cumpleaños cuando me robaron - empiezo con la historia y me cruzo de brazos - estábamos de compras con mi madre, cuando salimos al estacionamiento me jalaron sin darme la oportunidad de gritar.

Recuerdo aquel día.

- Me montaron a una camioneta y ahí había alguien más - frunzo el ceño al darme cuenta que no estaba sola - pero no recuerdo nada, desde ese momento todo es negro para mi.

- ¿No recuerdas a la otra persona? - yo niego a su pregunta - ¿qué sucedió después?

- Creo que nos iban a entregar a alguien pero atacamos - los sonidos de los disparos vienen a mi mente - yo tome un arma, estaba tirada en el suelo, unos hombres venían a mi y tenía miedo, dispare varias veces.

- ¿Los mataste? - su asombro me asusta cuando asiento.

Eso jamás lo olvidaré.

"La manera en la que nos cubrimos en el carro tras los disparos de afuera me llena el cuerpo de miedo, mi acompañante de secuestro acelera y estoy segura que las personas que atropello están muertas como las que se encuentran en los asientos traseros; miro al suelo del automóvil y veo el arma del individuo que venía aquí, la agarro con fuerza y siento un cosquilleo recorrer desde mi pequeña mano hasta mi pecho.

Alguien toma mis hombros.

- No tengas piedad - dice pero no puedo enfocar su rostro a la perfección - dispara y corre, no te detengas, no me esperes, solo corre, llega a la autopista y pide ayuda.

- Esta bien - digo con seguridad.

Abre su puerta y sale.

Yo hago lo mismo pero no disparo como me pidió, empiezo a correr y escucho disparos, al voltear atrás veo que me persiguen esos hombres, así que me detengo y les apunto con el arma; se sorprenden y se detienen a unos metros de mi, pero ríen al ver que me tiembla la mano por lo pesada que esta el arma que he tomado, pero no tiemblo de miedo.

Y eso ellos no lo saben.

- Vamos, princesa - dice uno de ellos - no te haremos daño.

- Pero yo sí - jalo del gatillo.

El estruendoso sonido me deja sorda.

Veo al hombre cuando recupero el equilibrio, todos están serios y viéndome enojados, ¿falle?, no puedo creer que haya quedado como una tonta, ¿cómo me tomarán enserio ahora?; pero sonrío cuando veo que el hombre a quien apunte escupe sangre, su mano se dirige al centro de su abdomen y aquel líquido carmesí estila por su camisa.

Levanto el arma y le disparo a los demás."

Me sentí poderosa.

No tardé más de dos minutos en terminar con tres hombres, pero me dio gracia que se hayan confiando en una niña de seis años y no hayan llevado ningún arma para defenderse, quizá fue lo más idiota que pudieron haber hecho; Dierik se pone de pie y camina hasta a mi, sus manos rodean mi cintura y me atrae a su cuerpo, me tranquiliza saber que no me mira como una persona mala.

AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora