✽ U n o ✽

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𝔐𝔦𝔤𝔲𝔢𝔩 𝔡𝔢 ℭ𝔢𝔯𝔳𝔞𝔫𝔱𝔢𝔰 𝔖𝔞𝔞𝔳𝔢𝔡𝔯𝔞.

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Sus pasos lentos derivaron hacia la salida de la casa. Al frente del umbral de la puerta, se hallaban dos caballos castaños que rechinaban de vez en cuando. Zenitsu, con algo de dolor, cargó las bolsas hacia los mismos, ignorando el sonido que causaban sus pies arrastrándose por la polvorienta tierra. Al acercarse a la carretilla, dejó las mismas en la madera, suspirando. Incluso, se atrevió a mirar al cielo. Estaba oscuro, presentía que llovería pronto.

Tanjiro salió de la casa con una sonrisa, dejando también par de bolsas en la parte trasera. Observó a su amigo, acariciando el lomo de uno de los caballos que tenía cerca.

—Zenitsu, no va a pasar nada malo. Sólo huiremos como siempre. Quita esa cara —aconsejó tranquilo, como de costumbre. Un rubio de ojos miel poco caso le hizo. Aquellas palabras no podían evitar que sintiera los nervios a flor de piel. Sus vellos estaban tensos y se alzaban conforme el frío de las épocas navideñas se acercaban—. Vamos, Zenitsu. No quiero irme y saber que te has quedado enojado por mi decisión.

—Estamos hablando de Muzan, Tanjiro. No es cualquiera.

—Nezuko me dice que no se confía y que debemos partir —susurró, poniéndose un tanto triste por eso. Un ensordecedor ruido de trueno les hizo quedarse en silencio. Zenitsu tampoco se movió.

—Espero que no les encuentre —dijo, juntando sus palmas para evitar la sensación a nudo en su garganta. Le estaban picando los ojos y de repente su visión se nubló así como el cielo quería llorar asimismo por su inminente partida.

Tanjiro no dijo nada. Ambos lo sabían. Iba a ser cuestión de tiempo. El pelirrojo no podría escapar infinitas veces de las garras de Muzan, un alfa poderoso que le había pretendido y cortejado durante hacia meses. Pero nadie quería esa unión. Kamado no estaba preparado para tomar una decisión tan a la ligera y por eso siempre debían esconderse. Aunque el rubio bien sabía que su amigo se sentía atraído físicamente por el hombre, sólo que no era una buena persona, siendo precisos.

—Eso espero. Iremos a casa de Tamayo, al extremo del país. Ella nos ayudará unos meses y quizás podríamos regresar después. Cualquier cosa, te estaré enviando cartas con su nombre.

—Bien. También les enviaré cartas a ustedes.

El pelirrojo esbozó una calmada sonrisa, alertándose de pronto con el sonido de la próxima tormenta. Ambos corrieron al interior de la casa y Nezuko, su hermana menor y única alfa de la casa, ajustó su cabello en una coleta alta y observó a los dos presentes.

-Es momento de irnos, Tanjiro. No podemos esperar más aunque vaya a caer la tormenta. Espero poder refugiarnos unas horas con algún pueblerino que nos brinde su hospitalidad -informó ella, con seriedad. Los asuntos con su único hermano vivo, omega, le interesaba y prestaba mucha atención. Pronto, guió sus ojos rosados hacia el otro, un rubio. Ella sonrió-. Zenitsu, no te quedes mucho tiempo aquí solo. Recuerda que esta cabaña está en medio del bosque y eres un omega también, me preocupa que algo pueda pasarte.

El omega sonrió nostálgico.

—Mi querida Nezuko, yo estaré bien. Cualquier peligro, no dudaré en salir corriendo de acá -se rió con un tanto de miedo. No le gustaba la idea de estar solo, pero no era tan egoísta como para evitar que ellos dos huyeran. Tampoco se podía ir a su lado, no podía estorbar. El camino iba a ser largo y extenuante—. Además, tampoco puedo permanecer mucho aquí.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora