Cincuenta y tres.

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-¿Y vas a estar como mamá? ¡Mamá tiene una súper panza!

Zenitsu escuchó la habladuría de la niña que estaba delante suyo, moviendo todo su cuerpo con emoción. Había querido ir a sus aposentos, porque se sentía mareado de ver a tanta gente en el palacio, en los caminos o en los bancos que acompañaban las mesas de piedra. Asintió ante la niña.

-¿Cuántos hermanos tienes?

-¡Cuatro!

-¡Sh, ándate!

Zenitsu alzó la mirada, percatándose de la presencia de Gyutaro. La niña le sacó la lengua, corriendo donde otros niños. Alzó una ceja, curioso. El hombre se sentó a su lado, curvado e inclinado hacia adelante.

-No supe ni siquiera cuándo se fue, señor Gyutaro -habló, tocando su panza. La niña estaba quieta.

-Creo que habías peleado con Uzui, así que ni siquiera presté atención y una noche me fui con Daki, ya que -dijo, encogiéndose de hombros. Miró hacia la entrada del lugar, suspirando cuando entró un increíble dígito de personas-. Va a venir todo el pueblo, recomiendo que vayas a tus aposentos si deseas
.
Zenitsu asimismo se enfocó en aquello, sin embargo, su cuerpo estaba muy, pero muy cansado.

-Me pesan las piernas, esperaré a que Uzui aparezca.

-Jmm, dudo que aparezca, tiene que seguir ocupado con sus padres. Esos demonios. Yo te puedo llevar.

El rubio le observó, alzando una ceja de nuevo. Pronto una sombra le cubrió por completo. Se dio la vuelta en el mismo asiento, contemplando. Allí, atrás suyo, había un muchacho con los ojos de tonos granates como Uzui. De cabellos negros, vestido de buena manera. Le miraba.

-Eres el cuarto, ¿verdad? -cuestionó, frío. El omega sintió dentro de sus venas unas increíbles ganas de doblegarse para sentirse seguro. Asintió, bajando la mirada.

-Lo asustas, tarado.

-Tsk, deberías dejar de coquetear con sus omegas.

-No me dirás que hacer. Me voy.

Zenitsu se asustó, viendo que Gyutaro se levantaba, yéndose del lugar. A diferencia de ello, unas manos se amoldaron a su cuerpo. Sintió que era levantado por los aires y cayó en los brazos de aquel alfa. Le observó, curioso y temeroso. Este enfocó sus orbes rosadas en su rostro, como si estuviera examinándolo.

-Maldito Uzui, siempre buscando cosas de valor -susurró, dándose la vuelta.

Zenitsu comenzó a temblar porque no sabía qué iba a ocurrir. Se alejaron bastante de las personas. El alfa de cabellos negros lo soltó después de veinte minutos, en su cama debajo del árbol. Lo primero que protegió fue su vientre. El alfa se sentó aproximándose a sus piernas, las cuales observó a gusto cuando la tela descendió por la gravedad. Zenitsu se acomodó, alejándose para que no se viese su piel.

«¿Cómo te trata?»

-Uh... bien -susurró, un poco asustado.

-¿Y cómo te sientes con sus mujeres?

-Son... buenas personas, me agradan.

El muchacho asintió. El de ojos vino contempló su vientre. Se acercó, levantándose. Quiso tocar, pero al parecer no supo qué decir. Zenitsu suspiró, sentándose y abrió un poco de su ropa, sólo un poco para que pudiese ver su piel. Le invitó a tocar mediante delicadas palmadas en la zona. El muchacho extendió el brazo, poniendo su palma allí. Se dio cuenta de lo diferente que era. A pesar de parecer ser cálida, estaba más tibia que otra cosa, casi rozando lo helado. El rubio sintió que su niña se movió justo en ese lugar, como si se hubiese dado cuenta que alguien la tocaba. El hombre, asombrado, sonrió un poco.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora