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El alfa salió de su edificio y se percató al instante que Suma y Zenitsu, a esas horas de la noche, miraban la salida con interés. Estaban hablando y aunque hacía frío por la forma en como el viento esa noche recorría violento las calles, no se habían movido de lugar. Con cuidado cargó a su esposa por debajo de sus muslos y sus axilas, viéndola sonreír. Se volteó para ver a su linda Makio sentada y en espera que también la llevara según sus palabras. Él les había indicado que no tenían que caminar, que para eso las llevaría.
—Vengo ahora, amor. Espérame unos minutos.
Makio asintió, pendiente también de aquellos dos que permanecían en la salida y entrada del palacio a pesar de que ya era hora que se dirigieran a sus aposentos. Hinatsuru en sus brazos se acomodó y le dejó escuchar con dulzura un delicado ronroneo de su parte. Uzui se sintió contento y asimismo optó por soltar un poco de su aroma para que Hinatsuru se sintiera alegre.
En silencio la llevó hacia sus aposentos y dejó que los soldados abriesen las puertas de aquel primer lugar que siempre era dirigido hacia la primera esposa. Le era agradable estar en ese sitio. Siempre olía demasiado bien y era precioso, digno de haber sido Hinatsuru la primera cónyuge. Al entrar al lugar sonrió con amor. Las rosas de tonos claveles adornaban cualquier pared del lugar, desde el techo hasta el suelo. Inclusive las mantas de la cama, las telas, las velas. Todo le recordaban a sus ojos, a ella.
La dejó con amor en su cama, mirándola desde arriba.
—Hinatsuru, la más bella de todas mis amores —susurró y plantó un beso en sus labios. Ella sonrió encantada. Aceptó que también tomase ambas manos suyas, dejando un beso en cada palma—. Mi estrella, mi luz y mi verdad, amor mío. Necesito un consejo.
La mujer asintió, con los ojos comprensivos y cariñosos que siempre tenía.
—Dígame, mi alfa.
—Se trata sobre Zenitsu.
—Con más razón, ¿qué le acongoja?
El hombre se quedó callado unos segundos para luego bajar las manos de la mujer, pero sin dejar de mantenerlas unidas.
—Hace poco descubrí en sus aposentos... una caja que tenía una bufanda —susurró con una sensación pastosa en su boca que asimiló como tristeza—. Una bufanda con un aroma fuerte a alfa. ¿De qué tipo de relación podría ser?
La omega se sentó, sin tampoco soltar sus manos. Parecía que sus palabras le habían dado en la daga porque relució en su mirada un atisbo de curiosidad. Ambos parecieron preguntarse algo. ¿Por qué Zenitsu tendría una bufanda con un olor a alfa que no fuese de su alfa?
—Quizás es de alguien importante. Recuerde que cuando Suma encontró a Zenitsu, él dijo que estaba escapando. Además... —la fémina pareció recordar algo— en un inicio cuando usted le marcó, él dijo que iba a casarse diez años después con una persona. Puede ser que esa bufanda sea de ese supuesto amor. O, si nos vamos por otras ramas, tal vez sea de una persona importante, pero no tiene que ser de un interés amoroso. Como un hermano, por ejemplo.
No, aquello no le sonó. Jamás había visto esa bufanda desde la llegada del rubio, y que la haya escondido sólo le confirmaba esa mala sensación que tenía arraigada en el pecho. Seguro que sí la había mantenido oculta para que no pudieran arrebatársela.
Sí, seguro era de ese alfa que le gustaba.
Respiró hondo antes de sentir que su animal interior comenzaba a sentirse amenazado de la presencia de la bufanda en aquel lugar. Odió de repente que Zenitsu le hubiese escondido aquel suceso porque significaba que no le tenía aún la confianza necesaria con su esposo.
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El Harén ❊UzuZen❊
FanfictionDe alguna forma u otra, Zenitsu termina entrando al Palacio Rojo, donde, sin querer, también termina siendo parte del harén del monarca Uzui Tengen.