❃ T r e c e ❃

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Cuando Zenitsu abrió los ojos, se encontró en un panorama ciertamente extraño. Había mucha, mucha gente. Varios olores y no sabía dónde estaba su alfa. Respiró profundo, pero sintió que nadie le escuchaba. Así que soltó un leve chillido. Aquello causó un silencio sepulcral y al abrir de nuevo los ojos se encontró con Uzui cerca suyo. Este parecía demacrado. No llevaba sus típicas prendas y le pareció un tanto extraño. Su omega se movió hacia él, buscando su consuelo sin saber la razón y este se sentó en la cama, cubriendo su cuerpo con sus grandes brazos. Ronroneó contento al recibir su calidez y su olor a jazmín. Entonces observó a los demás como pudo, pero veía borroso.

Una chica desconocida se le acercó, sonriendo.

—Zenitsu, cariño —soltó, como sin silbido. Fue agradable. Ella agarró un cuenco con agua, llevándolo a su boca para que bebiera y no tuviese la garganta seca. Tosió unas cuantas ocasiones, apretando con sus débiles dedos la tela en el pecho de Uzui—. Soy Shinobu, médica. ¿Puedes hablar? ¿Cómo te sientes?

—Mmm... bien, supongo. Aunque... algo cansado.

—Perfecto. ¿Te duele el estómago, el pecho, algo?

Respiró hondo.

—No, sólo... me duele la cabeza.

—Bien, muy bien. Te tomarás esta medicina cada mañana los lunes y Uzui me dirá como te vas sintiendo semanalmente. Así que déjale saber cualquier síntoma que tengas —dijo, dejando la medicina en una mesita cerca de ellos.—. Ahora, vámonos todos. Dejemos que se queden acá tranquilos. Manténnos informados, Uzui.

Ella echó a todos los que estaban allí y pronto vinieron las otras omegas para ver cómo estaba la situación cuando les comentaron que por fin el rubio había abierto sus ojos. Zenitsu las observó y se sentó, culpable. Uzui dejó que ellas se relacionaran con él para que pudieran compartir el tiempo en que no habían podido hacerlo. El rubio movió sus dedos, nervioso también por la forma en como ellas se encontraban. Hinatsuru sonrió, sentándose a su lado y tomó con cariño su mano.

—Zen, qué bueno que estás bien, nos preocupaba que no despertaras o que pasara algo muy malo.

Zenitsu alzó su brazo, viendo lo que parecía ser una antigua cicatriz en su rostro. Con sus yemas acarició su pómulo, trazando aquel feo golpe que tenía allí. Esta le hizo un gesto que le indicó la poca importancia que tenía el asunto. Makio se tiró a sus piernas y Suma sonreía mientras les veía un tanto más alejada. El rubio notó que la chica ya no tenía sus hebras como antes. Acarició su cabeza, comenzando a llorar. Las chicas le abrazaron al notar que sentía culpa.

—Perdón, perdón. No pude evitar que me llevase.

—Ya, ya. Nosotras decidimos ir, tú no tienes la culpa —dijo Makio, dejando un beso en su mejilla. Suma también lo hizo, en su nuca y finalmente lo hizo Hinatsuru, en su otra mejilla. Se sonrojó, sintiéndose querido de repente. Con cuidado les devolvió el beso a cada una, haciendo que estas se rieran con felicidad. Al final de cuentas, los cinco terminaron acomodando sus cuerpos en la cama como pudieron. El rubio seguía abrazado por el alfa. Le observó cautivado, dejando igualmente un beso en su mejilla cuando este la pidió en silencio. Se escondió por la vergüenza y se amoldó al cuerpo de Suma al tenerla cerca.

Pronto se durmieron. Uzui no dejó de estar despierto toda la tarde, incluso por la noche les pidió estar juntos y mantuvo la vigilia por si acaso. Aún así la sensación a serenidad que gobernaba todo su pecho le hacía ronronear del gusto. Su alfa estaba tranquilo. Zenitsu había despertado por fin y eso había aliviado la carga de culpabilidad de las chicas al no poder llegar tan rápido como quisieron e incluso había menguado un tanto la insistencia a protección, alerta e impotencia que había sentido.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora