❊ S i e t e ❊

5.7K 591 169
                                    

.・。.・゜✭・.・✫・゜・。..・✭・

Cuando Uzui entró en el despacho, observó a sus esposas allí. La mayoría se encontraban extrañamente en silencio. Sabía bien que seguían enojadas con él, o con ellas mismas, pero había sido idea de las féminas el hecho que quisieran unir a la fuerza al omega rubio a sus vidas. Caminó con cuidado. Ellas hicieron una reverencia al verlo, volviendo a sus puestos. Hinatsuru estaba tejiendo una manta de color azulado, Makio leía y Suma escogía telas para ponerse en alguna situación que lo requiriera. Se sentó en el asiento más alejado, suspirando. Se volteó donde uno de los sirvientes, teniendo cuidado de no tocar la comida.

—Traigan a Zenitsu.

El sirviente asintió y se fue con otros tres a buscar el berrinchudo omega. Había pedido que trajeran bastante comida para el muchacho. Las omegas estaban tranquilas haciendo lo suyo a pesar de la pelea que le hicieron cuando se enteraron que había marcado al menor sin su consentimiento. Les ignoró. Aquella idea había sido suya y él sólo tomó una medida desesperada ante la desbordante situación que se le había salido de las manos esa noche. Como quiera, en ambos lados se le veía mal. Si dejaba ir al chiquillo, ellas estarían peleando por su "irresponsabilidad" y si lo marcaba, ahora le ignoraban por su "brusquedad" ante el asunto.
Se quedó varios minutos esperando y pronto escuchó los pasos apresurados hacia el edificio central. La puerta en vez de abrirse se rompió y los cuatro observaron con asombro cómo el rubio la había roto de dos pedazos y peleaba con los sirvientes dando patadas y puñetazos al aire.

—¡Suéltenme! —gritó, iracundo. Uzui pudo notar su ropa blanca destrozada y su cuello lleno de sangre seca que, apesar de todo, no estaba allí la vez que fue a revisar sus aposentos. Las muchachas se apartaron asustadas por su olor ácido y los sirvientes lo dejaron justo al lado del alfa. Este les sonrió, indicando que podían quedarse lejos para vigilar el momento. Zenitsu se alejó, enojado.

—Zenitsu, no causes destrozos —aconsejó con voz delicada, difícilmente identificable en un alfa de su calibre. Tomó un poco de agua, acercándose al chico—. Ven, tienes que tener sed. Vamos a beber agua, omega.

No le hizo caso. Incluso volteó la cabeza, mirando el techo. El alfa de cabellos blancos se acercó al cuerpo del omega, quien se tensó. Puso una mano en su hombro y el cuenco en sus labios secos.

—Vamos, Zenitsu. Bebe. Sé que tienes que tener sed.

El mencionado no abrió sus labios por más que quiso. Estaba estoico. Ellas miraban la situación, asustadas. Uzui no vio respuesta, pero quiso seguir intentando. Así que la mano que estaba posada en su hombro bajó por su brazo, acariciando y soltando un leve ronroneo que sólo el otro pudo escuchar. Zenitsu, ante eso, abrió un poco sus labios, bebiendo. Al acabarlo tosió un tanto, incómodo. El monarca sonrió, tomando más agua para que bebiera. Volvió a abrir sus labios, bebiendo todas las veces en la que le acercaba el objeto a la boca. Ni siquiera sabía por qué estaba aceptando, pero su omega le decía que estaba bien y que necesitaban comer.

Las otras omegas volvieron a hacer lo suyo, ignorando lo que ocurría un tanto más lejos, pero con la diferencia que se hallaban relajadas, algo que el alfa sintió complacido. Uzui pasó su mano hacia su cintura y comenzó a darle de comer pequeñas frutas, permitiendo que el rubio soltara de su olor a chocolate y que también pudiera impregnar su olor en su cuerpo, debido a la relajación y que este lo cubriera. No le molestó. Al final de cuentas, su alfa ya le había marcado, por lo tanto le consideraba como algo suyo, extraño sería que no cubriese su aroma en su cuerpo. Zenitsu, quien comenzó comiendo pocas cosas, sintió que su estómago rugió. Un poco más confianzudo con la situación, se alejó un tanto del alfa para mirar la carne.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora