❊ C i n c o ❊

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Los dos llegaron hacia el edificio que había dicho Hinatsuru. Esta se acomodó el cabello, sonriendo un tanto.

—Bien, entremos.

Ella abrió la puerta, caminando hacia el interior. El rubio le siguió como un pollito a su madre, observando. La luz suave y tenue le daba buenas vibras. Además del olor. Oh, carne. Había carne. Sonrió encantado. Siguieron caminando hacia adelante hasta que pasaron de una pared. Hinatsuru hizo una venía, así que él lo hizo también al percatarse.

—Señor Tengen, pedimos unirnos a la mesa.

—Permitido.

Ella se alzó al igual que él. Zenitsu notó la situación. Las otras dos muchachas estaban allí y el hombre de aquella situación también se encontraba ahí. La acompañó hasta el sitio donde le señaló, pero se detuvo al darse cuenta que era cerca de aquel de ojos vino. Precavido caminó hasta su sitio, sentándose. El alfa le miró con amenaza. El arma detrás de su espalda estaba con un filo peligroso que no iba a dudar de usar si fuese necesario. Apartó sus ojos, sonriendo al ver a sus mujeres felices.

—Bueno, ya que estamos todos presentes en la mesa, les deseo un buen provecho. He escogido los alimentos personalmente de acuerdo con sus gustos —informó sonriendo. Las mujeres agradecieron aquel afable y delicado gesto. El rubio hizo una leve reverencia al sentir sus ojos puestos en su figura. Suma se giró, sonriendo. Comenzaron a comer.

—¡ZenZen! Es un gusto verte de nuevo. Estábamos tan preocupadas por ti.

La miró.

—Es un placer verla igualmente, señorita Suma.

—Oe, te dije que no me llamaras de esa forma —se quejó juguetona, comiendo con rapidez un trozo de carne—. ¿A dónde te dirigías?

Zenitsu se quedó callado unos segundos. Juró que le había dicho a donde iba la tarde anterior, pero respondió.

—Al oeste.

—¿Sabes cuánto te tardarías de aquí al oeste? —preguntó Makio. Sus ojos miel se clavaron en ella. Agarró con cuidado un trozo de pimiento, llevándolo a su boca. Malo, era malo, pero lo masticó como si no lo fuera. Suma hizo una mueca asqueada.

—Unos cuantos días, una semana, supongo. Eso es si voy a paso rápido.

—¿Y qué cuando estés con tu alfa? —volvió a hablar Makio, bebiendo de un cuenco. El rubio dejó la comida hacia un lado. El ambiente se estaba volviendo tenso. No sabía porqué estaba tan cerca del hombre, quien le miraba enojado cada que podía. Eso le ponía a su omega los pelos de punta. Sonrió sin querer.

—Lo único que quiero del alfa es un hijo, nada más.

—¿Sólo un hijo? ¿No buscas protección? —cuestionó Hinatsuru, aturdida. Aquella respuesta no se la estaba esperando.

—Un hijo es suficiente, yo me sé proteger solo —comentó, viendo la comida delante de sí—. Cuando lo tenga dentro, haré todo lo posible por escapar y encontrarme con mi amigo. Posiblemente podamos huir del país y empezar de lleno en otros aires.

—O sea... ¿No quieres casarte?

—Me casaré diez años después de esto si estoy vivo —susurró, pero le escucharon—. Diez años, sólo tengo que esperar un poco más. Ni siquiera creo que le importe que vaya a tener un hijo con un desconocido.

Sintió la mirada de todos puestos en su persona.

—Eh... pero nosotras le dijimos que se casarían —la ansiedad acogió la voz de la mujer más débil de la sala, asustada. Zenitsu alzó su rostro.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora