❃ O n c e ❃

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Tengo algunas preguntas para ustedes al finalizar el capítulo.

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Después de dos semanas, Uzui regresó realmente tranquilo al palacio. Estaba ansioso. Siempre le gustaba llegar y saber que sus amadas esposas estaban cerca. Con una gran sonrisa fue que apretó aquel cajón que tenía repletos de diversos objetos que les había comprado a las chicas y observó la funda de la espada que le había comprado a Zenitsu debido a la información que le habían otorgado. Al detenerse la carroza sintió el olor a su casa y dejó que le abriese la puerta. Sonrió al firmamento tan lindo que le acompañó y giró su mirada para encontrarse con sus mayores amores.

Pero... sólo estaba Suma.

Bajó con cuidado, observando. Pudo sentir algo extraño en su pecho, que provenía de ella. Estaba cabizbaja mientras movía frenética sus dedos. Volteó el rostro. ¿Dónde estaban los demás? Se acercó a ella, paso a paso, lento. Quizás ellas todavía no salían. Tendían a arreglarse bastante cuando no se podían ver por semanas. Así que le restó importancia.

—Suma... me alegra verte, mi chica —susurró con una pequeña sonrisa, tomando su rostro y dejó un beso en su frente. Observó sus ojitos grandes. Ella... le pareció extraña, no era el comportamiento de siempre—. Suma, ¿qué pasa?

—No es nada, mi señor. Estoy emocionada por verlo. Sea bienvenido de nuevo al hogar.

Uzui sonrió encantado.

—¡Así es! ¡Les he traído muchas cosas hermosas y extravagantes desde que me empecé a quedar en la casa del señor Horitoshi! —comentó, pidiéndole a un sirviente que bajase el cajón. Ella se quedó en silencio, viendo como hacían lo que el alfa pedía—. Por cierto, ¿y mis otras chicas? ¿Cómo ha estado Zenitsu? Estoy hambriento, entremos.

El alfa le dio par de palmadas en la cabeza mientras empezaba a caminar hacia dentro del lugar. La omega le siguió en silencio, dudando si debería decir aquello que tanto le atormentaba. Uzui dejó de sonreír cuando ella no le contestó. Ignoró su mal presentimiento y aquel toque en su pecho que le advertía que no estaba sintiendo nada, nada de nada. Siquiera la tranquilidad de Hinatsuru, o la suavidad que transmitía Makio, ni siquiera el enojo de Zenitsu. Nada, nada, ¡NADA!

Al entrar al edificio central, se dio cuenta que allí no había nadie. Sin mirarla, cuestionó.

—Suma... ¿Dónde están los demás?

Ella volvió a silenciar sus palabras, algo que desesperó al hombre, quien se volteó. La miró desde arriba, molesto. Entonces se bajó, colocando sus manos en sus delicados hombros, buscando que ella dirigiera su mirada a la suya. Esta no lo hizo. Olfateó. El aroma de las demás no estaba ahí. No podía percibir nada y eso alteró a su alfa. Al ver que ella no iba a contestar nada de lo que dijera, simplemente salió del edificio central, yendo a los aposentos de su primera mujer. Abrió las puertas, percatándose del raro silencio que lo gobernaba. Asustado fue que se dirigió donde se hallaba siempre Makio. Asimismo abrió las puertas de una patada, sin verla. No tenía su olor, más bien, era muy leve. Como...

Como si no hubiese estado allí hacia tiempo.

Por último, fue donde el rubio. Movió las puertas, mirando hacia el interior. La oscuridad reinaba en todo el lugar. Igualmente, estaba sin su olor. Su alfa se llenó de pánico al no saber dónde estaban sus omegas y, con los ojos inyectándose en lágrimas, se encaminó con rabia donde su tercera esposa. Suma seguía allí, pero ahora sentada, llorando.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora