༻✧ T r e i n t a ✧༺

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Ante la confirmación de un nuevo ser, las puertas del castillo se abrieron para la celebración que ocasionaba que el emperador por fin iba a tener un heredero. Había pasado algún corto lapso desde que supieron de la noticia, y siendo sinceros a Zenitsu le había dado un gusto culposo debido al trato que le habían empezado a dar. Ser gestante implicaba más supervisión en su persona, más tranquilidad y más comida de la que necesitaba. Ya se había cumplido el mes de haberse casado y la vida no era tan desagradable como pensaba. Los días eran tranquilos. Tengen iba a visitarlo por las mañanas, le preguntaba cómo se sentía e intentaba sacar algún tema de conversación para tener unos pocos minutos más a su lado. Él también intentaba eso, pero luego se iba y no lo veía hasta entrada la noche. Al rondar el palacio se lo hallaba sumergido en trabajo y prefería no molestar.

Ese día de fiesta donde el rojo abundaba en cada lado y él escuchaba y veía a mujeres omegas bailar música tradicional frente a su persona, se acomodó en el cuerpo de su esposo cuando sintió que sus ojos se cerraban. El trío de esposas degustaban a su izquierda de la comida. La tarde estaba tibia, con la brisa de la noche que se les acercaba y conversaciones un poco bajas. Sintió que el mayor colocaba su brazo en su cintura y se bajó para olfatear su cuello con delicadeza.

—¿Estás cansado? —preguntó. Él le observó.

—Un poco.

Claro, pero estaba cansado de estar sentado, de tanto alboroto y de tener que fingir estar contento cada vez que veía a alguien que era obvio que no conocía o por lo menos no recordaba. Los invitados eran parecidos a los de su boda, sin embargo eran los más cercanos pues no todos podían ir. Se halló relajado cuando el hombre acarició su vientre plano porque le hizo recordar que estaba en cinta. Otro gusto culposo que había salido a flote era por parte de su omega. Este estaba más sensible que de costumbre y la sola idea de tener un hijo le llenaba de felicidad, tanta que muchas de las ocasiones se hallaba con la mirada fija a su vientre mientras esperaba con cierta impaciencia a que creciera. Su parte animal ansiaba ya tenerlo aunque siquiera estuviese nada formado.

Así que le daba vergüenza varias veces tener que admitirlo aunque sea en su mente. Se quedó con su vista enfocada en esas mujeres que bailaban con lentitud. Los vuelcos de sus trajes se movían con cada paso que daban. Tenían un maquillaje ligero de tonos rosáceos. Él miró a otro lado con aburrimiento. Aunque le había gustado la fiesta en un principio eso no significaba que ahora a la caída del sol pensara igual. Se le habían entumecido las piernas, y sentía calor por las muchas telas que llevaba su cuerpo.

—Estoy aburrido —terminó por confesar, pues quería irse de ahí a sus aposentos. El alfa le contempló unos segundos.

—¿Quieres que te lleve a tus aposentos?

Perfecto.

Asintió porque tampoco deseaba moverse mucho. Uzui se lo comentó a sus mujeres y a los guardias para que la fiesta no se detuviera por su ida ni que significara eso. El rubio sintió como se acercaba a su lado y lo agarró con cuidado antes de alzarlo en sus brazos y dejar que su cabeza cayera en su pecho. En silencio se despidió de las mujeres con una delicada y agotada sonrisa, con los invitados con el hecho de decirles que «se había a cansado por estar todo el día de fiesta, así que se iba a descansar un poco». La gente, por obviedad, no se lo tomó a mal. Permitieron con sonrisas que el recién gestante se pudiera ir.

Entonces le llevó a sus aposentos. Le calmó de inmediato escuchar el sonido del silencio. Sus aposentos indicaban tranquilidad. Estaba silencioso y algo oscuro cuando abrió las puertas. Uzui lo dejó encima de su cama y él le miró desde ahí. Pudo disfrutar la comodidad del colchón.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora