C u a r e n t a Y o c h o

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Luego de unas cuantas horas, a Zenitsu le había entrado el hambre y devoraba con fuerza todas las frutas que había decidido llevarse a la boca. Atrás de su cuerpo, el brazo del alfa no dejaba de repartir caricias en sus caderas desnudas. Este besaba su cuello y dejaba débiles mordidas en su marca con aparente tranquilidad. Tragó con un poco de dificultad y miró el techo. La noche estaba igual de fría, pero se sintió mejor que esa mañana. Estaba contento de que hubiese podido saciar su hambre animal con el hombre por primera vez desde hace mucho tiempo. Tomó una de las uvas, dándose un poco de giro.

Este dejó de mordisquear su piel y observó sus ojos. No le habló. En realidad se había hecho compañero de un extraño y gélido silencio desde que habían terminado el primer ciclo. El rubio apartó la uva y siendo lo más cuidadoso posible, decidió que era buena idea llevarla a la boca del alfa. Sabía que estaba enojado, pero había sido algo tan repentino. Si pensaba, Zenitsu sabía de que muchas veces tenía arranques de ira que no podía controlar. Masticó con suavidad y se enfocó curioso en las cajas abiertas en el fondo. Seguro que Shinobu había hecho algo con la bufanda.

Tragó otra vez. Dejó salir un suspiro.

—Lo lamento, no quise decir eso —susurró apenado mientras observaba el cuenco de alimentos a su lado—. En realidad, sólo estoy asustado de ser padre. Muchas veces me duelen varias cosas estúpidas. No he dormido bien, no he comido bien, no he hecho nada bien y pienso que mi hija no estará como se supone. No sé cómo la voy a cuidar... además, siempre hablas de Nezuko y eso hace que en vez de olvidarla, sólo pueda recordarla. Te dije hace tanto que ya era tu omega, pero insistes en lo mismo, en que no, en que no te quiero en realidad... Me molesta que seas... inseguro, me pone de mal humor.

Se giró. Tengen seguía viéndole igual.

—¿... Me odias?

El omega bajó su mirada.

—Te guardo rencor. No se me olvida el dolor que sentí cuando me marcaste —dijo, pasando su mano en dicha zona—. Fue tan repentino, tan doloroso. Recuerdo llorar durante horas toda la noche, querer irme, querer simplemente abrir la ventana y no regresar... aún sabiendo que moriría. Me dolía muchísimo, más que nada, que Hinatsuru me hubiese engañado de esa forma. Diciéndome que estabas solo, que necesitabas a alguien y yo... tan tonto e iluso pensando en que las cosas saldrían como quería, accedí a ir. Era todo tan tenso. Estaba asustado. Sólo sentía que estabas muy cerca y que me mirabas de una forma tan peligrosa que sólo pensaba en desaparecer... De la nada, al ver su insistencia, sólo pensé que eras tú a quien querían que me uniera. Me sentí tan humillado cuando me obligaste a quedarme que hasta el sol de hoy, siento la vergüenza en mi cara cada que te veo y... me emociono. En realidad, sí creo que te odio, pero mayormente es algo tan lejano que se ha convertido en resentimiento nada más.

Uzui escuchó cada una de sus palabras, enfocado. La voz agrietada de su esposo quemó cada parte de su alfa, hizo mella en sus oídos y lo impactó como si sus palabras fueran pedazos de roca en su piel. Sabía que había sufrido. Había escuchado historias de omegas marcados en contra de su voluntad y nunca terminaban bien. Desde personas deprimidas hasta muertes horribles por ese hecho. Avergonzado descendió su mirada. Entonces se preguntó, ¿cómo podría él pedirle que olvidara aquello y que hiciera como si nada hubiese ocurrido cuando era una vil mentira? ¿Cómo podía pedir su amor cuando lo único que les había unido había sido un bullicioso enojo y ferviente terror? ¿Cómo podía él seguir esforzándose con un pasado tan violento?

—Perdón —pidió. Luego le imitó y buscó algo interesante en el techo—. Por haberme dejado influenciar. En su momento tuve que haber sido fuerte con ellas. No tenían que meterse en tu vida y yo no supe cómo tratar sus sentimientos. Ni siquiera pude darte tiempo para pensar o decidir...

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora