❃ O c h o ❃

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—No, no me gusta dormir con alguien más.

—Es algo que hago para estar más cerca de mis esposas.

—Yo no soy nada tuyo —peleó.

—Sabes bien que te marqué, eres mi omega.

—Sí, únicamente de mi omega, conmigo nada, nada de nada.

—Pronto también serás mi esposo —añadió.

—Ya quisieras.

—No, ya quisiera no, es que va a pasar —contradijo, acercándose a su cuerpo. El más pequeño rodó los ojos. Claro, claro que iba a pasar. Para él y para sus mujeres no había imposible, hacían y deshacían, tampoco había culpables, ni consecuencias. Para ellos la vida era un sinfín de opciones donde no arriesgaban otra cosa que no fuesen las acciones ajenas. Expulsó amargo olor, para que por lo menos no osara en irrumpir de nuevo en su poco espacio personal. El hombre arrugó el rostro, enojado—. Zenitsu, acepta tu lugar.

—Mi lugar no está aquí, mi lugar estaba muy lejos en un lugar donde no tuviera que verlos.

—Pues acabo de cambiar tu lugar. Ahora es aquí, siendo mi omega, perteneciendo al harén. Por cierto, no te he dicho. Cuando te cases conmigo te mudarás de estos aposentos a otros donde estemos más cerca, podrás participar en actividades del palacio y saldrás diariamente a conocer los problemas del pueblo.

—Sí, sí, afuera.

El hombre sintió como si alguien le diese un puñetazo en la cara ante su indiferencia. Se levantó, suspirando. Caminó hacia su lado, bajándose cerca de su rostro. El omega cerró los ojos para no verlo y Uzui sonrió burlesco.

—Te espero esta noche.

Zenitsu abrió sus ojos, tomando una almohada que estaba en el piso y le dio en la cara. Uzui, viéndose humillado, tomó la otra almohada para comenzar a darle también. Se formó una pelea de almohadas realmente violenta donde comenzaron a corretear por todo el lugar. Finalmente, Zenitsu empezó a reírse cuando estuvo cansado. Ese sentimiento de felicidad llegó directo al corazón del alfa, quien se relajó y sonrió también. Oh, le gustaba que sus omegas se sintieran felices. Su olor salió leve, lleno de feromonas de alegría. El rubio le observó, enojándose.

—Tsk, vete ya.

—Sh, vamos a compartir olores, servirá.

El alfa decidió acomodar un poco el sitio y puso la cama donde iba. Se sentó en esta, palmeando la misma. Zenitsu se sentó igualmente, dejando salir su olor tranquilo. Al parecer, golpear al alfa le venía bien, así que se dijo que debería hacerlo a menudo. Los dos compartieron sus aromas. El rubio dejaba salir su olor suave a chocolate y Tengen el de jazmín. La habitación se perfumó de un aroma nuevo que los envolvió con lentitud, embriagando sus sentidos con buenas sensaciones.

El omega comenzó a mover sus manos y dedos con nerviosismo cuando se dio cuenta en el silencio que les acompañaba que el alfa ronroneaba. Según había visto en su clan anterior, el ronroneo en los alfas significaba relajación y gusto que pronto se convertía en deseo, así que su miedo creció aún más. El de cabellos blancos se percató de unos nervios extraños que no eran suyos ni de sus esposas, así que miró al omega, notando que movía sus pequeños dedos en la ropa que llevaba puesta mientras que tenía los ojos cerrados, como si supiera lo que podría pasar si seguían compartiendo olores.

Sonrió enternecido porque pensó que era tierno, pero dejó de hacerlo al darse cuenta de lo que pensó y sacudió la cabeza, diciéndose en la mente que seguro estaba loco. Sólo debía compartir un poco de su aroma y que el omega hiciera lo mismo con el suyo. No era como si le gustara ese aroma. Ya pronto se iría, pronto.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora