☄. *. ⋆ V e i n t i s é i s ☄. *. ⋆

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Uzui había arreglado todo con la magia cuando, al finalizar su celo y el último de aquella tediosa temporada, fue que Zenitsu abrió sus ojos. Luego de aquella agitada noche sentía su cuerpo muerto en una fría cama con las mantas limpias. Sus brazos, sus piernas, su interior, todo estaba tan roto que se sentía como si hubiese corrido todo el país sin descanso. Ni siquiera sentía que podía respirar bien luego que hacía poco tiempo Uzui no le había dado un descanso y le había llenado por completo de ese líquido que también había dejado en su trasero.

El jodido mencionado estaba allí como si nada con una sonrisa grande mientras comía frutas a su lado. Tenía su cabeza revuelta de cabellos amarillentos cerca de sus caderas porque el hombre estaba sentado con un cuenco entre sus manos. Le miró.

—Omega lindo, buenos días —le halagó mientras acariciaba su mejilla visible. El rubio no pudo siquiera pelear, sino que lo único que logró hacer fue mover de arriba hacia abajo sus pestañas. Hasta le dolían los ojos por haber llorado tanto. El último calor del celo se había suscitado durante la noche del día anterior cuando se había despertado y Uzui se le había pegado como una garrapata. Allí la cosa se había puesto desastrosa. Si antes había pedido más, esa vez sólo pudo aguantar en silencio las veces que se corrió en su cuerpo. Dedujo, tal vez, que sí habían llegado a las veinte que habían pactado antes. Inclusive ni siquiera supo cuándo terminó porque se había desmayado. Uzui acarició su espalda llena de mordidas y chupones que le había hecho—. ¿Quieres que te quite el dolor?

Negó como pudo. A pesar de todo, le llenaba de orgullo el dolor al saber que había podido complacer a su alfa. Sacudió un tanto la cabeza. Quería sentirse mal, moribundo y quejoso, aunque sabía que era posible que fuese una mala decisión por la forma en como estaba enojado. Que le diera orgullo no quitaba lo fuerte que había sido el alfa con su cuerpo, pero se sentía tan regocijado en su corazón que le daba igual en cierta parte.

Las caricias le quitaron esos pensamientos.

—Duerme otra vez, ¿bien?

Alzó su mirada adolorida al alfa. Este paseó sus dedos por su cara y apartó algunos mechones dorados de sus mejillas sonrosadas. Asintió e intentó acomodarse en un muy mal sitio. Uzui agradeció dos cosas. La primera era que tanto era el cansancio que habían acogido sus músculos hizo que el omega se durmiera de inmediato. La segunda era que él ya no estaba en celo, puesto que tenía justo sus labios cerca de su miembro flácido y no sabría cómo habría sido su reacción si hubiese realizado aquel movimiento antes.

—Qué bonito eres, mi esposo.

Sonrió encantado y sintió sus mejillas calentarse. 

Zenitsu durmió durante casi toda la tarde. No fue hasta la llegada del fin del día que sus ojos dieron la bienvenida al mundo. Se movió un tanto y aún seguía doliendo. Su interior ardía. Lo sentía húmedo, pero era posible que aquellos fueran los restos de Uzui. Se enfocó pronto en las velas encendidas. El mayor ya estaba bien vestido o por lo menos, sus hombros y cuerpo estaban cubiertos por una tela blanca y casi transparente, por lo que pudo divisar su piel y músculos desde algunos pies. Este parecía estar interesado en algo que veía en una pequeña mesita de noche que apenas divisó desde que había entrado.

Uzui se giró a verlo. Seguro sabía que había despertado.

—Buenas noches.

Con cuidado le envió una taza que tenía a su lado. El líquido cálido llegó en vuelo hasta sus manos, las cuales había alzado como pudo. Agradeció en silencio cuando pudo experimentar el vaho húmedo de la taza y bebió un tanto del té. Oh, sus ojos brillaron. Sonrió un poco al beber unos cuantos sorbos. Ronroneó de la felicidad y aún más al percibir su piel oler a Uzui.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora