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Era la segunda vez que le ocurría aquello.
Esa mañana estaba siendo arreglado para el momento de su boda. Las betas que le ayudaban a vestirse no decían ni una palabra por el aroma ácido que desprendía. Dentro suyo una revuelta de sentimientos le irritaban los ojos y de vez en cuando se veían caer algunas lágrimas en sus mejillas. Apretaba sus dedos en contra de su cama. Sabía que no era posible hacerlo en su ropa, puesto que tenía que estar pulcra y prolija antes de todo lo que iba a suceder.
Varios accesorios terminaron en su cabeza. Algunos hechos de oro y otros de plata, que contenían la mayor esencia de la naturaleza. Forjadas de las mejores manos, las hermosas piedras preciosas de tonos blancos brillaban con la luz que destilaban las velas a su alrededor. Kanna, quien como siempre callada y ausente le seguía como un canino, limpiaba su rostro de aquellos nubarrones de molestia y tristeza que le salían a borbotones de sus ojos. Zenitsu le permitía su contacto, porque era lo único que había tenido en aquellos horripilantes tres días de infierno.
Cuando terminó de estar listo algunas horas después fue que evitó verse en el espejo. Capa tras capa de ropa vistosa almacenaba un cuerpo frágil y débil. Se quedó sentado en la cama. Las betas se despidieron de él en murmullos silenciosos antes de caminar en reversa e irse con la cabeza baja. Permaneció allí, con los ojos cristalizados mientras sus dedos se apretaban y se pellizcaban. La puerta volvió a abrirse y aguantó las ganas de echarlo de allí.
Uzui.
Le notó caminar a su lado. Con cuidado agarró su rostro y lo subió. Se encargó se transmitirle todo el odio que podía a través de su mirada. Odio que pareció llegar de inmediato donde el alfa, quien apartó sus ojos de tonalidad fría de su lado. Se mantuvo callado, evitando decir cualquier cosa que pudiese desencadenar su lado más cruel, pero apenas se percató que quería hablar, le detuvo.
—No digas nada —zanjó con sus ojos fijos en su rostro para ver si le hacía caso. Si pelear era la única forma de llamar su atención, tendría que hacerlo. Uzui alzó una de sus cejas.
—Tenía que hacerlo.
Bingo.
Aquello le dio rienda suelta para que se levantara. Su cabeza subió, puesto que el hombre le sacaba un torso completo, pero no sé amedrentó por ese hecho.
—Eres el peor alfa que he conocido en toda mi corta vida —soltó y apretó los dientes para evitar que las lágrimas quisieran salir de nuevo de sus ojos. Uzui le miró, con esas facciones tan serias y pendientes a él.
—Lo hice pensando en ti.
Un gruñido salió de su cuerpo. Su visión se tornó borrosa y se alejó unos pasos.
—¿Ignorar mi jodido celo por segunda vez te parece suficiente? —le cuestionó rabioso. Bajó su cabeza y respiró profundo. El alfa no le dijo más y eso fue lo que desató su ira. Ese jodido silencio y el desinterés—. Son las únicas veces que te necesito a mi lado, que quiero tenerte... ¡¿Y lo que piensas es que yo lo que necesito es tenerte lejos?! ¡Maldita sea! ¡Le dije a Shinobu al día siguiente que había aceptado por algo! ¡No soy imbécil, sé lo que hago y tú simplemente haces lo que te venga en gana! ¡Desde que me trajeron acá, desde que confíe en ustedes, haces siempre lo que quieres! ¡Era mí celo! ¡Eran mís días y preferiste estar con tus mujeres aún cuando yo era más importante! ¡Ignoraste mi aroma, mis llantos, mis humillaciones! ¡TE SUPLIQUÉ QUE VINIERAS! y... Y tú tan campante pensaste en que... ¿Crees que no soy un omega? ¿Eso es? ¿Me ves con cara y el olor de un beta? Sí, eso tiene que ser. O sólo es el asco, te doy asco.
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El Harén ❊UzuZen❊
FanfictionDe alguna forma u otra, Zenitsu termina entrando al Palacio Rojo, donde, sin querer, también termina siendo parte del harén del monarca Uzui Tengen.