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Algunas semanas después, Zenitsu se hallaba con la mirada ida en el techo de sus aposentos. Era de noche y como de casualidad, esperaba un poco ansioso a la llegada del alfa a su lugar. Lo único extraño era que había algo raro con su pecho. Los sentía un poco más duros que de costumbre, y dolían un tanto. Por ello agarraba las telas, cubría sus tetillas y luego las volvía a sacar para experimentar aquello. Kanna le miraba atenta a la distancia, pero no parecía estar incómoda con lo que hacía. Como si ya hubiese visto eso con anterioridad.
—¿Es normal que duelan cuando alguien está en cinta? —le preguntó curioso. Ella alzó una de sus cejas.
—Por el momento sí, después es que crecen—le respondió con una pequeña sonrisa. El omega iba a decirle que temía que eso sucediera, pero se mantuvo en silencio cuando se percató de que su nariz estaba sólo un poco más sensible que de costumbre. Pudo olfatear al alfa salir incluso de los aposentos de Makio a la distancia y caminar poco a poco hasta donde estaba.
Era increíble.
Mantuvo entonces el silencio hasta lo que podía oler a su alfa llegar a los aposentos. Cuando eso sucedió se levantó y vio que las puertas se abrían. Uzui dirigió su mirada fucsia hasta su persona luego de buscarlo unos segundos alrededor. Kanna bajó su mirada y se alejó sin darse vuelta hasta no ser visible. El hombre se acercó a su lado con pasos alargados. Sintió su olor rasgar la punta de su nariz. Ese toque suave y penetrante de jazmín le volvió loco. Tanto que sintió una sonrisa tierna mientras soltaba de su propio aroma para atraerlo.
El alfa se acercó y lo tomó de su cintura para dejarle un cálido beso en sus labios. Colocó sus brazos en su cuello antes de separarse con los ojos radiantes en felicidad. Si así iba a también terminar su embarazo, juró que tendría más de diez hijos si era posible. Sólo para sentir que su alfa era más romántico, más dulce y él mismo no poderse negar ante los instintos que lo albergaban muy dentro de si. Aquellas irrefrenables ganas de tenerlo cerca y aspirar de su olor no era suyo, era de su omega que pedía más todavía.
El alfa paseó con cuidado la punta de su nariz con la suya mientras dejaba escuchar su delicado ronroneo. Ese momento se tornó único mientras ambos se miraban y sonreían. Uzui terminó por cerrar sus ojos antes de alejarse de su cuerpo. Allí se sintió frío y solo, pero no dijo nada por más que sus labios ardieron de las ganas de decirle que, por favor, no se alejara de su lado. Le invadió de repente la vergüenza y la pena ajena de no poder controlar lo que su mente dictaba, pero por lo menos agradeció tener el suficiente autocontrol como para apretar la boca y no decir nada.
—Ve, acuéstate. Debes dormir —recomendó con voz afable. Señaló la cama tras su cuerpo y él le hizo caso. Se acostó y sintió como el hombre colocaba mejor la almohada detrás de su cabeza.
Tuvo que soltar aquello.
—Me duelen las tetillas.
Pensó que el hombre iba a reírse o algo por el estilo porque era un tema algo íntimo y vergonzoso, pero en realidad solo inclinó un poco su rostro con unos ojos lindos y amorosos que no parecían tener otras intenciones detrás que sólo mostrar preocupación.
—¿Quieres un masaje, cielo?
Cielo.
Su omega se revolvió por dentro ante la palabra. Mordió su labio inferior y experimentó una conocida sensación a calor en su cara. Asintió sin poder mediar palabra alguna.
El emperador se acercó y se sentó cerca de sus muslos. Ahí utilizó su magia y dejó que un pequeño frasco con lo que pareció ser algún tipo de aceite aromático cayese en las palmas de sus manos. Con delicadeza lo puso en la cama y permitió que la yema de sus dedos se hundieran hasta el fondo para humedecerlos. Él se halló pendiente a sus movimientos y notó cuando los aproximó a su pecho.
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El Harén ❊UzuZen❊
FanfictionDe alguna forma u otra, Zenitsu termina entrando al Palacio Rojo, donde, sin querer, también termina siendo parte del harén del monarca Uzui Tengen.