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—Buenos días, señor Agatsuma. El señor Uzui le envía estos regalos.
El rubio dejó de peinarse, extrañado. Se levantó, dejando el cepillo en la mesa y se acercó repleto de curiosidad donde estaba el sirviente. A su lado había un beta inclinado, con una bandeja entre sus manos. Notó varias joyas preciosas, monedas de oro, telas al parecer de buena calidad y... ¿Una espada? Asombrado, se inclinó de igual forma hacia esta, observando.—Buenos días —saludó después de segundos, algo extrañado. Los hombres asintieron ante sus palabras—. ¿El señor Uzui acaso está un poco ido de la cabeza? ¿Seguro que me enviaron una espada o es una funda?
—Es la espada Agatsuma, señor. El rey Uzui dijo que la trajo cuando se fue por asuntos de política y se la quiso entregar, pero usted no se encontraba en sus aposentos. Nos informó que habló con un mercader que le contó de la espada cuando accidentalmente mencionó su apellido. El mercader le comentó que en otro lugar estaban vendiendo una reliquia de su familia y el señor la compró para usted.
Zenitsu se sorprendió. Con cuidado la tomó. Pudo notar la suavidad de la funda de color marrón. Se alejó de ellos, sacando la espada y se asombró. Aquella espada la había forjado su abuelo en su juventud. Este, cuando estaba vivo y él era un niño, le dijo que con ella había vencido a varios hombres malos. La empuñó con una sonrisa, asustando a los sirvientes cuando la comenzó a mover a todos lados. Saltó riéndose contento. Sabía que su abuelo quería mucho esa espada, al final de su vida le habían hurtado la misma y era bueno saber que, de nuevo, estaba allí, en sus manos.
—Bien, ya se pueden ir.
—Pero señor, ¿y las otras cosas?
El rubio se quedó sin saber qué decir. Alzó un poco la mirada hacia el techo.
—Déjenlas, pero —se detuvo, acercándose a ambos— le dicen que... que yo no me veía tan interesado. ¿Bien?
Los hombres asintieron, saliendo de allí después que le dejara los regalos que le había enviado Uzui. Al cerrarse la puerta, Zenitsu continuó moviendo la espada. Estaba brillante y filosa. Podía escuchar el sonido que provocaba cuando iba de un lado hacia el otro, como si cortara el propio aire. En cuestión de minutos, se sentó, observando el mango. La palpó con sus dedos, curioso. No sabía que Uzui había traído algo para él. Sabía de las otras omegas, quienes habían mencionado algo de prendas cuando el hombre se había ido, pero no pensó que de igual forma se acordara de él sabiendo den la situación en la que estaban.
Sonrió un poco, dejando de hacerlo al saber de eso, que estaba sonriendo por el pensamiento de Uzui. Cerró sus ojos, negando. Estaba pensando demasiado en él, en su olor, en sus ojos. Dejó la espada en su funda, poniéndola cerca de su cama. Entonces se enfocó en las prendas. Se acercó a estas, sentándose en el piso. Habían de diferentes colores. Oscuros, blancos, amarillentos e incluso verde, pero ninguno rojo. Tomó la oscura, notando un débil floreado azulado que siquiera se veía, también habían hojas de color oro y árboles. La tocó por encima, aproximando su nariz.
Oh, Uzui había dejado su olor también. Frotó su cara en la tela, ronroneando del gusto. Se alejó un tanto avergonzado por sus acciones. Entonces también miró las piedras preciosas. Acogió en sus manos las mismas, viéndolas. Ante la luz del Sol se veían magníficas. Notó un pequeño diamante en un anillo y con cuidado se lo colocó. Sonrió con cariño, imaginando que era Uzui quien se lo colocaba.
...
¿Cómo?
Se espantó, quitándose el anillo, sin embargo sintió que Uzui se lo volvía a poner. Se asustó tanto que sintió que por poco se caía de lado. Este se rió, alegre.
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El Harén ❊UzuZen❊
FanfictionDe alguna forma u otra, Zenitsu termina entrando al Palacio Rojo, donde, sin querer, también termina siendo parte del harén del monarca Uzui Tengen.