Tanjiro sintió sus piernas temblar cuando pudo ver a Muzan a la distancia después de media hora desde que se había ido el soldado de cabellos dorados. Al ser las tres y media de la mañana su aspecto era bastante tétrico y rozaba lo paranormal. No era común ver a un hombre vestido por completo de blanco, alto y delgado con un sombrero salir de un bosque a esas horas. En serio, daba pintas a asesino, lo que era. Nezuko ya soltaba gruñidos y se mantenía alerta para pelear por si acaso el alfa se descontrolaba. Los soldados hicieron una reverencia al ver a su jefe caminar hacia ellos, pero este no les prestó atención.
Lo supo. Supo muy bien que sus ojos estaban encima suyos. Mantenía esa deseosa mirada rosácea sobre el pequeño omega que le esperaba con una manta alrededor de su cuerpo y una vela en sus manos. El corazón de Kamado comenzó a acelerarse al sentirlo a menos de diez metros y cuando estuvo a centímetros de su rostro, sintió que su omega se movía como loco dentro suyo. Sus labios picaron por las ganas de besarlo hasta llenarse.
—Tanjiro —soltó con gusto como si fuera un banquete. Incluso lamió sus labios después de decirlo. Su aliento de menta chocó en la nariz del menor quien aguantó las ganas de respirar profundo. A pesar del asco que experimentaba el humano, su omega se derretía al tenerlo tan cerca de su piel. El pelirrojo obligó a su cuerpo a moverse, dando par de pasos atrás para mantener un tanto el espacio entre los dos. El más alto no se alteró por ello—. Tanjiro, omega, vamos a mi casa. Tengo siempre un espacio para ti.
Su voz delicada no contrastaba nada con sus acciones, pero aún así a Tanjiro le emocionaba hasta la médula esa tierna idea de tener una casa y un esposo tal como le ofreció el mayor. Negó al saber que con Kibutsuji la familia tranquila que deseaba no iba a ser posible. Así que calló a su omega.
—No se puede, Muzan —dijo para luego mirar sus ojos con un poco de pena y sintió su garganta con un nudo extraño. Este tragó con fuerza, seguro que nada contento con lo que había dicho—. No quiero estar contigo.
—No puedes mentirme a mi. Lo sabes. La forma en como tiemblas no es por miedo. ¿Por qué has aguantado tu respiración? ¿Por qué no me dejas olerte? Extraño tu aroma. Hace tantos años que no te veía.
El omega tembló aún más y dejó que su rostro se volteara antes de respirar con fuerza y regresó la mirada al alfa. A diferencia de los demás y de sus palabras, para sus propios lamentos interiores el olor del alfa le era muy agradable, demasiado para su gusto. Muchas veces en su anterior clan, pensaba en que sus olores se combinaban muy bien. Los demás le decían que era muy ácido y que debido a ese motivo los demás se alejaban del alfa, pero el dulce de su aroma a fresas se envolvía demasiado bien con lo cítrico. No podía olerlo. Recordaba también que en su clan al olfatear al alfa no podía detenerse y entraba en un trance del cual no iba a poder salir con facilidad.
Alzó la mirada, dolido.
—Sólo quiero saber si hablaste con Zenitsu.
—¿Por qué te importa ese hombre?
—Porque es mi amigo, lo quiero —informó. El alfa mantuvo el temple sólo porque el rubio era un omega.
—Hablé con él después de dos semanas que te fuiste. Me dijo que te habías ido con tu hermana... al norte. Tuve que buscarte allá y no estabas. Estaba bien la última vez que le vi.
Tanjiro se alivió. El alfa no le había hecho nada a su amigo y Zenitsu había dicho una verdad a medias. El alfa volvió a acercarse y ahí fue que notó a Nezuko quien le miraba con odio. El hombre poco caso le hizo, pudiendo observar de nuevo a su precioso omega. Estaba loco por acercarse y olerlo, por devorar su piel, por tenerlo a su lado y comprometerlo. Sintió que la distancia tan corta que los separaba era tan fuerte que no podía moverse. El omega movió sus pestañas al parpadear, y aquel movimiento tan sutil le pareció en extremo hermoso. Tanjiro era su admiración, era su ángel, su vida. Quien podía hacer con él lo que quisiera. Sabía bien que sus escapes eran la peor dolencia que podía hacerle pasar.
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El Harén ❊UzuZen❊
FanfictionDe alguna forma u otra, Zenitsu termina entrando al Palacio Rojo, donde, sin querer, también termina siendo parte del harén del monarca Uzui Tengen.