C u a r e n t a Y u n o

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Pero, aún el cuarto mes no terminaba. Eso significaba que los síntomas de dicho mes estaban muy presentes. A pesar de haber dejado un atrás aquellos sentimientos contradictorios como el intenso llanto ante cualquier cosa y la interminable risa por cosas insignificantes, no significaba que aquella no fuese tampoco la naturaleza y personalidad de Zenitsu.

Esa mañana se había levantado con los ánimos enfurecidos por el poco suelo que había obtenido. Su niña no había dejado de patear toda la noche y eso provocaba que no hubiese podido dormir. Cuando entró Uzui esa mañana mientras se cepillaba el cabello, lo recibió con un gruñido. El emperador se detuvo, algo sorprendido de ver su rostro enojado y haber recibido un gruñido si no había hecho nada malo. Con cuidado le notó que prefirió acercarse precavido. El rubio volvió a gruñir, pero aquello no importó cuando el alfa tomó su cara con sus manos y le otorgó un delicado beso en sus labios, con cariño. Agatsuma correspondió y sonrió.

—Buenos días, Zen. ¿Qué pasa?

—Buenos días, tu hija —se quejó y volvió a cepillar sus cabellos rubios. El alfa miró el cepillo con bastante atención y Zenitsu lo notó. Se lo entregó al alfa. Ya Tengen tenía en cuenta el pensamiento de Zenitsu hacia el sexo del bebé y aceptó también que fuese una niña—. No me dejó dormir en toda la noche con sus movimientos. Creo que originó alguna danza ahí dentro.

Uzui aguantó la risa porque algo en su instinto le dijo que no iba a resultar bien si aquello pasaba. Siguió con el cepillo en su cabello.

—Déjala, quería soltar su estrés de no ver a su papá —informó. Zenitsu sintió que se refería a él, no al emperador.

—Esa no es razón para formar una fiesta.

—Cariño, no la regañes. Se va a poner triste. Además, es mejor sentir a nuestra niña que no hacerlo, ¿verdad?

El rubio se volteó sorprendido, mirándolo. De pronto asintió después de varios minutos. No se había dado el momento para pensarlo con ese rumbo. Esos movimientos que no lo habían dejado dormir bien significaba que estaba sana y viva, que era lo primordial. Acarició su vientre.

—Pues, ahora que me dices y lo pienso, me gustaría que se moviera todos los días para simplemente saber si aún vive —murmuró y sintió que su garganta se cerraba.

Unas lágrimas se formaron en sus ojos, pero respiró hondo. No quería ponerse más sentimental de lo que estaba. Tal vez Uzui sintió su dolor y por ende, atrapó su cuerpo en sus suaves brazos.

—Lo lamento, te he hecho llorar.

El omega negó y procuró no sentir que las lágrimas descendían por sus mejillas. Sólo estaba muy sensible.

—No sé qué me pasa. Lloro por cualquier tontería.

—No me molesta que llores, sería extraño si no lo hicieras —susurró el alfa con una sonrisa—. Ya está el desayuno en la mesa del edificio, vayamos. Necesitas alimentarte.

El rubio le miró, aún con varias lágrimas. Asintió. Uzui se separó y tomó su mano para salir de los aposentos. Comenzaron a caminar en silencio, dando bajadas en los escalones mientras escuchaban los pájaros silbar. Sin embargo en medio camino ambos dieron de lleno con los compañeros del emperador.

Mitsuri alzó sus brazos al verlos, contenta. A su lado Iguro permanecía bastante calmo. Tomioka siguió de largo con Shinobu. Himejima no se hallaba presente, ni tampoco Sanemi. Por último, Rengoku esbozó una sonrisa que pareció iluminar más aún la mañana.

—¡Uzui!

—Ay, Dios mío, qué martirio. Zenitsu, cariño, ¿no quieres volver a la habitación? —propuso con un tono juguetón.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora