༻✧T r e i n t a Y t r e s✧༺

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¡Buenas! Perdonen por actualizar algunos días retrasados. He estado algo ocupada y no he podido tener un capítulo decente. Así que lamento este capítulo tan raro. El próximo vendrá mejor.

***

Unos sonidos en la puerta le hicieron mirar hacia la misma. Olió por encima, pero el olor del alfa no entró por ningún lado.

—Entre —dijo.

Kanna se acercó a las puertas y notó que eran algunos de los soldados betas que de vez en cuando daban rondas por el lugar. Llevaban una caja que, por lo que supuso, tendría algunos regalos dentro. Permitió que entrasen con dicho objeto que terminó cerca de sus pies. Sonrió un tanto.

—¿Son de...? —cuestionó sin darle conclusión y alzó la mirada.

Uno de los soldados dejó de tener ese rostro estoico.

—Son del señor Emperador.

Sonrió aún más.

—Gracias, díganle que los veré y escogeré lo que más me guste.

Los soldados se fueron de ahí con unos leves movimientos de sus cabezas y las puertas volvieron a cerrarse. Con algo de emoción se bajó en sus rodillas y se sentó en el piso para abrir la caja. Hacía mucho tiempo el alfa no le había enviado regalos, y siendo sincero le daba algo de envidia ver que lo hacía con regularidad con sus otras mujeres, pero bueno, esa vez era para él y eso era lo que debía importar. Ignoró su propia molestia por aceptar ese tipo de cosas, por temas anteriores a esa alfa y el antiguo estilo de vida que tenía.

Esas cosas eran de su alfa, estaba bien aceptarlas.

Sacudió la cabeza y con una sonrisa abrió la caja. Sus ojos dieron de lleno con varias y hermosas telas de colores brillantes que contrastaban con sus cabellos amarillos. Con cuidado las tocó. Eran delicadas y suaves al tacto. Algunas con un sólo color, otras floreadas y al final, alguna que otra, revuelto en rayazos de oro y plata. También se encontró con todo tipo de accesorios con diamantes, rubíes y esmeraldas. Zapatos, anillos, inclusive monedas de oro. No habían cosas que le parecieran tan importantes como para darles una segunda ojeada.

Sin embargo se encontró con un pañuelo. Con cuidado lo agarró, lo llevó a su nariz y se encontró extasiado al encontrar su olor a jazmín en cada parte de él. Volvió a llenarse de vergüenza al saber lo que hizo y las pocas ganas que tenía de alejarse, pero se dijo que era normal. Era su alfa, quería olerlo, sentirlo. Volvió a oler con fuerza y ante la mirada estoica de Kanna lo paseó por todo su cuello para sentirse cómodo con su instinto por más que la vergüenza floreciera en cada zona de su piel.

Se sorprendió de hallarse algo extraño. Atónito como nunca soltó un jadeo cuando pudo sacar lo que parecía ser una pequeña y delgada tiara. Sabía que los emperadores y sus acompañantes no tendían a llevar ese tipo de cosas. Siempre era mejor demostrar estatus con los cientos de pendientes que una mujer, por ejemplo, podría llevar en un cabello atado. O los accesorios en las prendas del emperador, pero no las tiaras. Así que cuando notó eso la agarró con cuidado para inspeccionar.

Era una curva repleta de rubíes y flores en oro que se expandían en cinco puntas. También pudo denotar algunos diamantes pequeños que rodeaban los bordes de los pétalos de las flores, y un gran rubí en el centro de la tiara. Por último dos largas extremidades a los lados, cubiertas de un oro brillante que dejaba caer ligeras borlas que comenzaron a intercalar entre rubíes de gotas, diamantes y perlas pequeñas y redondas hasta rozar sus hombros. Por último observó el interior y leyó lo que decía que pudo observar.

Uzui Zenitsu, cuarto cónyuge. Futuro príncipe.

Dejó escapar un chillido contento cuando, con ayuda de la mujer, se colocó la tiara en su nuca. Encajó como lo hizo su anillo en el dedo anular, de inmediato. Como si Uzui hubiese sabido cuál era la medida exacta de su cabeza. Movió un poco su cuello y escuchó las sacudidas de las borlas al irse de izquierda a derecha.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora