C u a r e n t a

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—No era necesario venir a buscarme.

—Pero si ya te extrañaba.

El omega recibió al alfa en sus brazos con una gran sonrisa que no pudo ocultar. Seguro que cuando Uzui le había encontrado entre tanta habitación le vio en pleno sueño. Se acercaron y Zenitsu frotó su cabeza en su pecho para sentir su aroma. Uzui le plantó dos delicados besos. Uno en su mejilla y otro en su pancita. El rubio sonrió. Se alejó al sentirse demasiado querido por el alfa.

—Me alegra que me extrañes —terminó por decir el rubio y salió de la cama para tomar unas uvas. Se acercó a alfa y la acercó a los labios del mayor.

—¿Tú me extrañas?

El rubio mantuvo el silencio por unos segundos, con las mejillas rosadas a lo que el alfa masticaba.

—Bueno... últimamente sí —susurró y se comió una uva también. El alfa se alegró al saberlo para luego abrazarlo con inmenso cariño. El rubio colocó su cabeza en su cuello y masticó—. Por cierto, voy a tener que venir acá unas cuantas veces.

—¿Y por qué mierda?

—Necesito ayudarlo.

El alfa se levantó, molesto.

—Estás embarazado. Él tiene a varios sirvientes, que le ayuden. Tú deberías ir a nuestro hogar y quedarte descansando. Ya vas a tu quinto mes y las cosas se van a seguir complicando mientras más crezca nuestro niño.

—Sí, pero-

—¿No vas a tomar en cuenta que lo que te estoy diciendo es cierto?

Zenitsu puso los ojos en blanco, dejando de mirarlo.

—No quiero estar todo el día acostado.

—Pues paseamos, pero en casa, aquí no ni en los peligros que implica estar tan relacionado con Muzan. Tiene muchos enemigos, podría ocurrir algo algún día.

—No seas exagera-

El alfa dio un paso para luego bajar a su altura. Sus ojos fríos dieron contacto con los suyos. Le asustó de repente.

—Las veces que ustedes consideran que —alzó sus manos, haciendo unas comillas— “exagero” siempre ocurre algo malo. Es increíble que incluso no se den cuenta y omitan mis malos presentimientos. No quiero que te quedes aquí ni un momento más. Si él quiere, que venga como lo ha estado haciendo, pero que no te mueva de mi lugar. ¿Quieren hablar? Les hago una sala, pero no te vas a ir del palacio, ¿entendido?

—Sí, mamá.

—Respétame, Zenitsu. Lo hago pensando en tu bien y en el del niño que traes encima. Desconoces en serio el poder que tiene ese hombre. Te ha perdonado únicamente porque le conviene, quien sabe si cuando ya no te necesite, puede hacerle algo malo a ustedes.

—¡Ya, ya! Bien, me largo. Pero conste que si viene pidiendo ayuda, tú lo harás con los planes que hicimos ese hombre y yo, ¡y más te vale no negarte! Ahora, me cargas. También quiero que me lleves ese cuenco con frutas, son muy buenas.

El alfa no pudo negarse. Simplemente acogió el cuerpo del pequeño omega, también el cuenco y para colmo un objeto que había visto. Según le contó, Muzan le permitió hacerlo, aunque la verdad el mayor desconocía y seriamente dudaba que fuese cierto. Aún así, le hizo caso. Salieron de la habitación y por tanto de la casa. El rubio cubrió sus ojos ante el potente sol y notaron a Muzan allí, vigilando cierta parte.

—Me voy.

—Jamás había pensado en ver al emperador tan... desesperado —soltó con malicia Muzan y sonrió con burla cuando Uzui pasó a su lado. Zenitsu a pesar de sentir que su esposo se había tensado, ignoró aquello y continuó llevándose las uvas del cuenco a la boca.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora