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"Este viernes", pensó el rubio mientras se mantenía con sus ojos café en el techo de sus aposentos. "Este viernes me caso", se dijo en silencio, algo consternado por lo que en serio iba a suceder. Esa tarde se suscitó una reunión entre el Emperador, sus cónyuges y miembros del Consejo Imperial para darles a conocer la situación. A diferencia de ellos, su presencia no se había visto requerida por quienes habían acompañado al alfa durante años, y luego de algunas cuantas horas donde se mantuvo con la mente repleta de ideas al azar acerca del problema principal, fue que Uzui le comentó lo que habían decidido.
Entró, elegante como acostumbraba, con los ojos en destellos granate, las pestañas rizadas y una sonrisa coqueta que parecía incrementar su belleza. Zenitsu pensó que era un demonio, uno que le había condenado y que le seducía con cada paso que daba, puesto que varias veces no podía quitar sus ojos de su persona. Aquella forma de hablar, elocuente y grave que erizaba cada vello en su piel. Sus manos grandes, su rostro, su torso, cualquier cosa parecían estar realizada minuciosamente por las navajas del mismo diablo en el infierno.
—El viernes —le dijo
A tres días.
Asintió ante sus palabras. El hombre inclinó su cabeza unos cuantos centímetros y cerró la puerta con un chasquido de sus dedos. Se quedaron solos dentro del lugar, pero un sonido que retumbó en vibraciones la tierra le hizo sonreír al mayor. O eso, de forma lastimera, pensó Zenitsu, pues no había quitado sus ojos de Uzui.
—Va a llover —remarcó como si él no supiera. El rubio respiró hondo y se permitió cerrar sus ojos. Los pasos del alfa se encaminaron a su lado y sintió, casi como si lo anhelara, el débil tacto de sus dedos en su mejilla. No abrió los ojos. Sólo se dejó caer un tanto. La calidez que transmitía su piel en la suya era gratificante y le hacía ronronear. Uzui continuó. Trazó la yema de sus dedos por la piel de su mandíbula y apartó unos cuantos mechones de tonalidades oro de allí—. ¿No tienes frío?
No respondió, quería ver que haría entonces. Uzui no comentó nada más al respecto. Sintió que movía su cabeza y justo abrió sus ojos. Con cuidado el hombre dejó un beso delicado en sus labios antes de alejarse. Su corazón se aceleró cuando volvió a sonreír tan seductor como siempre. No podía evitar hacerse preguntas en su mente, el único lugar donde algunas veces ese tipo de cosas estaba permitida por la caída de la vergüenza.
¿Acaso siempre intentaba seducirlo? ¿Es que no se cansaba de ser atractivo? ¿Por qué es que no puedo dejar de mirarlo?
—Háblame —susurró un poco contrariado por su silencio. Zenitsu le siguió con la mirada. Otro trueno se hizo uno con el piso, o algún árbol o edificio lejano, y el sonido de las furiosas gotas gordas de lluvia cayendo de repente en el piso y el techo de su lugar le hizo despejar la vista de su futuro esposo a otro lugar. Uzui iba a decir algo, pero se apartó aún más con nerviosismo. Zenitsu sintió que algo le llamaba a mirar al otro, algo que era más fuerte que su propia consciencia. Supuso que fue el instinto—. Suma tiene miedo, de nuevo.
—Deberías ir con ella.
—Sí, supongo.
El alfa dejó de observar la puerta y luego se agachó un poco. Agarró el cuello del rubio y, ante los nuevos nervios, besó amoroso su marca. Zenitsu cerró sus ojos con fuerza. La inocencia de todo aquel dulce acto le hizo suspirar mientras sus dedos se habían aferrado a las mantas debajo suyo. Sus labios carnosos y calientes no le dejaron pensar con claridad. Su omega de nuevo le exigía atención. Quería ver y sentir más a Tengen, a su alfa. No podía evitarlo, no podía no querer mucho más de él cuando supo que se había evitado varias ocasiones tener algún tipo de contacto.
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El Harén ❊UzuZen❊
FanfictionDe alguna forma u otra, Zenitsu termina entrando al Palacio Rojo, donde, sin querer, también termina siendo parte del harén del monarca Uzui Tengen.