❃ D i e z ❃

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—Voy a tener que salir, mis chicas preciosas, pero regresaré pronto.

A cada una le dio un delicado beso en sus frente y unas que otras palmaditas en sus hombros. Resultaba que tenía asuntos políticos que charlar nuevamente con gente importante y no podía faltar. Su carruaje ya estaba listo. Las tres mujeres estaban allí de pie, un poco tristes por la ida de su señor a otro pueblo que estaba bastante lejos de ahí, por lo que le podría tomar con facilidad dos semanas el volver a reunirse. El hombre les sonrió al verlas, sabiendo de cómo se sentían, pero no podía hacer nada, dejar al caballero solo sería irrespetuoso e irresponsable. Antes de darse la vuelta sacó lo que parecía ser un pañuelo un poco más grande de lo usual. Tenía un aroma muy fuerte a él.

—Zenitsu justo ayer entró en celo —murmuró, con amargura. Las chicas no entendieron porqué estaba de esa forma, pero tampoco quisieron preguntar—. No puedo dejar atrás este asunto y no se siente cómodo con mi presencia. Déjenle esto cuando ya no puedan sentirme porque estoy lejos. Servirá para que no se sienta contrariado.

Le entregó a Makio dicho pañuelo. Ella lo aceptó haciendo una reverencia.

—Protéjase, señor —procuró decir Hinatsuru juntando sus manos. Suma parecía querer llorar al verle irse. La mayoría de las veces era doloroso que se fuera. Al final de cuentas, era su alfa. Este por unos segundos no quiso ir. Quiso quedarse con ellas y decirles que jamás les pasaría nada, pero no pudo. Observó el castillo detrás de ellas, debía pelear por ese sitio.

—Gracias, Hinatsuru. Les recomiendo lo mismo a ustedes. No molesten a Zenitsu tampoco. Suma, mantente cerca de los alrededores. Makio, sé más amable e Hina... no seas tan compasiva. Sólo hablen lo que crean recomendable y sigan haciendo lo suyo. Las veo pronto.

Le abrieron la puerta del carruaje por donde entró. Ellas movieron sus manos con tristeza, deseándole un feliz y calmo viaje. Al salir el transporte por los inmensos portones de madera, fue que ellas miraron el pedazo de tela. En realidad olía muy profundo, algo que las hizo sentirse tranquilas.

—Quizás... ¿Quizás el señor y ZenZen tuvieron una pelea? —cuestionó Suma, secando sus lágrimas con la palma de sus manos.

—Pues no lo dudo. Zenitsu es fuerte y seguro que no quiso nada de nada —apoyó Makio—. En unas horas más se lo entregamos.

Hinatsuru asintió.

—Bien, a hacer lo nuestro.

***

Como no se podía permanecer en aquella habitación, en lo temprano de la mañana ya se encontraba en sus aposentos. El omega estaba tirado en su cama, intentando aguantar el calor que producía su cuerpo. Las mantas rodeaban toda la piel que se pudiese ver desde el exterior. Todos sus músculos ardían por mantenerse tan tranquilo.

Zenitsu había intentado aguantar toda la noche, pero muchas veces terminaba sin poder hacerlo. Apretó sus manos en las mantas que lo cubrían, rozando sus piernas y se corrió de nuevo. Leves tiras tibias mancharon las telas que estaban arriba suyo. Su entrada palpitó ansiosa por desear la llegada de algo más que sabía que no iba a venir, así que se movió hacia el lado derecho. Toda su mente estaba repleta del calor y el olor del alfa que no había vuelto a ver desde la noche pasada. Podía sentirlo, no, podía no, ansiaba sentirlo, sentir sus manos en su piel, su boca, su aliento. Cualquier cosa.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora