Cincuenta y cinco.

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Zenitsu había tenido un poco de mala suerte en esos últimos días. A pesar de sus ganas de esconderse cada vez que era el momento del almuerzo, Kanna le obligaba a levantarse y a llevarlo donde toda la familia se encontraba reunida. Desde aquella pequeña charla con el hermano de Uzui, se sentía observado por este. Las miradas se volvían discretas cada vez que Tengen estaba cerca, pero eran intensas y fogosas en las ocasiones en las que se encontraban por casualidad. No era nada extraño que el rubio saliera a tomar aire y a ejercitar sus piernas, que de vez en vez se hinchaban, lo raro era notar que cada vez que lo hacía, Kenta aparecía de la nada.

Parecía que el don de Casanova estaba en los genes de la dinastía de los Uzui. En realidad estaba incómodo por las irregulares muestras de coqueteo intenso que dejaba entrever aquel alfa. No sólo con él, en una ocasión que iba de visita a los aposentos de Makio, se percató que hablaba de forma melosa y acaramelada con una muy asustada Suma, quien escapó de inmediato cuando le encontró de paso. Aunque le sonreía, Zenitsu tenía una leve espina que deseaba irrumpir su piel y dejarse notar. Algo no estaba bien y eso no le gustaba para nada.

¿Qué hacía ese hombre en búsqueda de omegas que era obvio que ya no estaban a su alcance? Eran nada menos que los cónyuges del emperador, no de un pueblerino. Además, era su propio hermano. Según rumores, la infidelidad al emperador se castigaba gravemente (sin desear mencionar mucho el hecho de que la ejecución era lo más normalizado para ese delito) y Zenitsu, que bastantes regaños ya había tenido desde su inusual llegada al Palacio, estaba harto de estar en el ojo de los demás. Para nada quería que Uzui se pusiera en modo asesino y ser la comidilla del lugar. Especialmente no quería escuchar su nombre en la molestos a boca de Daki, quien también miraba mucho el acercamiento entre ambos y estaba a punto de decirle algo que no haría mejor su relación.

-—Oye —llamó la atención de su esposo cuando este se acomodó en su cama. Zenitsu seguía en su labor de crearle algo a su hija, así que estaba pendiente a las agujas y que la tela no se saliera de sitio—. Uzui.

—¿Qué?

—No me gusta para nada la forma en como se me acerca tu hermano.

Su alfa de inmediato se puso rígido. Fue destacable incluso para el rubio quien no le miraba de frente. Su olor pareció condensar el aire a su alrededor y tensó todos sus músculos.

—¿Cómo es eso? —cuestionó mientras se levantaba.

—Desde hace algunos días cada vez que me ve, coquetea conmigo. No me agrada.

Uzui se sentó a su lado. Tomó su mentón con cuidado y le vio sonreír.

—Gracias por decirme. Tomaré medidas.

Sintió su corazón apretarse. No pudo hacer a un lado las ganas de corresponder a su bondad con un beso en el aire. Uzui ronroneó y dejó un pequeño y casto beso en su frente antes de volver a la cama. Le escuchó tirarse en esta y soltar un cansado suspiro.

—Pues, ahora que hablas de eso, parece que las chicas también están algo incómodas con su presencia.

—¿Viene siempre en estas ocasiones?

—No tanto, unas veces sí, otras ocasiones no. Tal vez en este cumpleaños se sintió atraído por la idea de que tendría un hijo. Es en realidad un envidioso. Tengo que prestarle más atención. ¿Te ha dicho algo ofensivo?

—No, sólo son simples coqueteos. Como que me veo bien y esas cosas.

—Bien.

Se mantuvieron callados unos buenos minutos. Era de tarde y Uzui dijo que sus esposas estaban enfocadas en otros familiares que conocían de hacia tiempo y sus hijos. Zenitsu, como era nuevo como tal, se había sentido incómodo y su esposo había entrado para pasar un rato con él. El de cabellos dorados y ojos miel se cansó de estar pinchándose los dedos con las agujas y dejó las cosas apartadas en la mesa. Inclinó su cuello para mirar al alfa con desinterés. Este parecía dormitar encima de su cama y un leve ronroneo salía de su cuerpo.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora