༻✧T r e i n t a Y s e i s ✧༺

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La tarde estaba tranquila. Era una de esas ocasiones donde se podía escuchar el canto de los pájaros y podía incluso ver por horas las fuentes de agua donde se paseaban los peces. Ahora con Uzui dormido, era inevitable pensar que los pasillos y los aposentos de los demás estaban más silenciosos que de costumbre.

Así que no le pareció nada extraño que las chicas se le acercaran mientras Zenitsu se tomaba un té.

Escuchó sus voces y se volteó a verlas con una diminuta sonrisa. Estas se dirigieron hasta su lado. Tomaron asiento y de paso también pidieron que trajeran algo de comer para pasar el buen tiempo con su compañía.

—Ah, por fin un poco de silencio después de tanto —comentó Hinatsuru con un tanto de lo que pareció ser extrañeza—. La mañana fue caótica.

—Es cierto, ZenZen, ¿cómo le llegó el señor Muzan acá al Palacio? Sabiéndose de tu problema con ese hombre se me hace imposible pensar en una buena razón como para que se encuentre aquí.

—¿Tiene algo que ver con tu amigo? —cuestionó Makio mientras se acomodaba un poco las telas que se encontraban en su cuello.

Asintió. Dejó la taza con suavidad en la mesa y suspiró.

—Me lo encontré ayer de la nada y me dijo que necesitaba hacer... una tregua conmigo por el momento-

...

Oye, Zenitsu.

Su cuerpo se quedó de piedra justo al escuchar aquella horrible voz detrás suyo. Tembloroso fue que giró en medio de estremecimientos su cabeza. En medio del silencio que les cubría en la mitad del infinito pasillo, notó a Muzan de pie a su parte trasera. Este no llevaba sus típicas prendas. Nada del sombrero y las ropas blancas. Parecía querer asemejarse al pueblo. Tenía las pintas de un pequeño niño, pero con esos ojos de tonalidad rosada que tanto le atemorizaban.

—No grites, quédate en silencio —susurró y se acercó a él con una sonrisa suave. El rubio cubrió su boca con una mano y pronto cerró sus ojos ante el miedo que palpitaba en todo su interior. Era tanto que incluso su omega no supo cómo expulsar su olor a pánico—. Hablemos un momento, a solas.

Negó como pudo, no quería ir a ninguna parte si era con él. Sin embargo sintió algo extraño en su abdomen y se percató que este le tocaba con una pequeña navaja. Ahí recobró la consciencia y supo que tenía que hacerle caso aunque no quisiera.

—Hablemos, por favor. A solas. Mira que no tiendo a ser afable con los demás, Zenitsu. Creo que me debes algo por haberme mentido, ¿no?

Muzan se movió sin quitarle la mirada de encima. El rubio observó algo. Era muy extraño que nadie se hubiese metido a preguntar el hecho de que estaban ellos dos solos metidos en ese sitio. Aún así se recompuso como pudo, lo que le permitió poder caminar delante del hombre quien se lo llevó de allí.

Lo que había pensado que era una casa terminó siendo una choza de mala muerte que les escupió hacia un baldío inerte y de feo color donde había poca gente y para su impresión el sonido de la gente era nulo. Le guió hacia una carroza mal hecha después de casi veinte minutos en una caminata interminable. Por poco le tiraba. Al entrar se sentó en el piso. Contempló horrorizado todo el pequeño lugar. El hombre se sentó y respiró hondo.

—Bien, hablemos. Seguro que sabes que me encontré con mi Omega.

—T-Tanjiro —corrigió y se ganó una mirada de odio. El omega tembló aún más.

—La cosa es que... se supone que llegamos a un acuerdo. Te lo diré. Quiso que cambiara y así podré estar con él.

—A... ajá.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora