༻✧T r e i n t a Y c u a t r o✧༺

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Había tenido que ir con la vergüenza a tope a los aposentos de Suma. Ahí, esa noche, estaba Uzui durmiendo con la fémina porque le tocaba. El frío traspasaba las capas de las telas que rozaban sus pies. Kanna, detrás suyo, tocó la puerta con los nudillos en un patrón de tres que resonó por la madera. A cada lado de estás se hallaban plantados sendos guardias que, para su propia sorpresa, se percató que nunca los había visto de día. Le pareció saborear la amargura de sus estoicos rostros, las bolsas debajo de sus ojos y la palidez casi mortífera que aguantaban las capas de piel.

Pobres, pensó con cierta culpabilidad. Tener un trabajo nocturno no era del gusto de la mayoría, y parecía que de esas personas tampoco.

Como era de suponer, esta se abrió luego de algún tiempo. Con lentitud y tranquilidad, pero cierto recelo. Desvió su mirada para contemplar el reflejo del alfa desde arriba. Su mirada mordaz y afilada se convirtió en una más tenue y tranquila cuando le halló. Abrió mejor la entrada del lugar y permitió que entrara. Él se giró unos segundos. Movió su mano contra Kanna para despedirse y esta sonrió un poco. Le había dicho que durmiera en sus aposentos para. Ahí las puertas evitaron que pudiera seguir mirándole y él suspiró.

-¿Qué pasó?

Se asustó unos segundos al sentir su voz impactar su oreja derecha porque se había bajado hasta esa zona. La iluminación apenas alcanzaba más de la mitad de todas las paredes del lugar por la cantidad de velas que usaban. Él apretó con su otra mano una almohada larga de plumas que había tenido desde su unión con el alfa.

-Tuve una pesadilla -susurró con los vellos de los brazos encrispados-, tengo miedo.

-Aw, ven.

El delicado agarre de sus manos atrapó su cuerpo de la manera más cuidadosa que pudo palpar. Él se dejó llevar y ambos se fueron a la cama donde Suma dormía en un lado. La miró por unos segundos antes de recibir una palmada corta en su hombro que le incitó a tomar un espacio. Uzui se puso en el medio de ambos, agarró a su esposa por un lado y el omega se acomodó por el otro costado de su cuerpo. Ahí permitió que rodeara sus hombros con su brazo porque le pareció cálido.

-¿Me quieres contar de qué fue? -preguntó, tan bajo como el sonido de una aguja en picada al suelo.

Entornó los ojos chocolate a aquellos de tonos de invierno. Le produjeron de repente una completa calma que hizo que su acelerado corazón bajara su intensidad. Esa sonrisa tranquila, su aroma suave del más acaramelado jazmín y sus ojos somnolientos le hicieron acurrucarse más a donde podía escuchar con claridad los latidos de su corazón. Se alzó en sus codos para que su oído fuera directo donde el ritmo que le llamaba la atención. Sintió un bajón. Aquella necesidad de seguridad y protección se había desvanecido como el vapor de las aguas abrasadoras de los termales y se encontró reemplazada por un sentimiento de regocijo y gozo.

-Soñé con Muzan -soltó en un murmullo y observó la diferencia entre los aposentos-. Hacía tiempo no soñaba con él, fue horrible.

Se halló a él mismo frotando su rostro contra el pecho que subía y bajaba debajo de su cara. El sonido rítmico de su cuerpo y el aroma que exhaló con cada respiración le provocó una inmensa y recién llegada alegría. La conexión que sintió en esos justos momentos con el alfa sacudieron todo su interior. Uzui tenía un aroma adictivo. Tan exquisito que no podía dejar de olerlo a cada respiro que daba. La forma en la que sentía que sus partículas caían como las hojas de los árboles en su piel y lo perfumaban de su olor le hacía sentirse alguien querido y anhelado. Dejó que sus ojos se hicieran uno con la oscuridad de los aposentos. Allí donde estaba la curva entre su cuello y el hombro, movió y colocó su cabeza, y enrolló una de sus piernas en la rodilla más cercana del alfa.

El Harén ❊UzuZen❊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora