A diferencia de esta mañana, había tenido que dejar de urgencia su palacio ante lo que le habían informado. Sus omegas habían llegado a eso de las una de la tarde, llorando como magdalenas cuando le dijeron que Zenitsu se había desaparecido.
Según contaban, simplemente habían dejado de verle unos segundos y ya no estaba a su lado, ni en ninguna parte. Su alfa moría por ir a ver, pero los soldados le comentaron que estarían dando rondas para buscarlo y que llegando la noche, los peligros aumentaban.
Ellas estaban allí, sentadas con las cabezas bajas. Algo culpables. El alfa había comenzado a vestirse de forma diferente para salir. Había dejado las telas holgadas para otra ocasión y había preferido esa vez prendas más pegadas a su cuerpo. Al final de cuentas tenía que él mismo ir, le importaba el rubio y su pequeño hijo. Él les había dicho que no quería que fuesen solas, pero allí habían abalanzado sus presencias y ahora el rubio no aparecía.
Su olor ácido había cubierto todo el salón. Al no poder aguantar una hora más se tragó el nudo en su garganta. Quizás estaba más sensible por el tema de su hijo. Debía velar por las otras omegas que quedaban allí.
—Vayan a descansar. Tengo que salir a verificar.
—No se preocupe, señor Uzui. Por favor, deje que le acompañemos.
—Vayan a dormir —ordenó con voz más tosca.
Las féminas tuvieron que hacerle caso, haciendo una reverencia antes de dirigirse a sus aposentos. El alfa se quedó solo, jugando con sus manos mientras se hacía una cola baja cerca del inicio de su cuello. Tenía los nervios a flor de piel. Solo podía pensar en el rubio y en que quería que las puertas se abriesen de par en par de repente.
Entonces, sin que ningún guardia le viera, tuvo que ocultar su aroma y salir por una zona recóndita de la cual había tenido consciencia desde que era pequeño y daba rondas de vez en cuando al estar aburrido. Se escabulló por el caminito, aunque se encontró de frente con uno de sus hombres.
Este alzó una ceja.
—Su majestad, ¿No le dijimos que sería mejor que mantuviera su divina presencia en el interior del palacio?
—Tsk, me preocupa. No puedo estar haciendo nada —respondió fastidiado.
—Usted tiene deberes, deje que el equipo se encargue de esto.
—Él tiene a mi hijo, es imposible que algo más me parezca más valioso que saber eso. Ahora... si me quieres acompañar, Sanemi, no tendré quejas.
El omega suspiró.
—Bueno, sólo porque usted lo recomienda, su majestad.
Asintió y el mencionado esperó con poca paciencia a que se pusiera a su lado. Y allí comenzaron junto a los demás guardias la búsqueda del pequeño rubio. Sin embargo el pueblo era tan grande, tan largo y ancho. El sol se había ocultado en su travesía, y el agua comenzaba a acabarse así como su sentido de esperanza.
Esperó par de horas más al dar caminatas en los lugares cercanos donde Zenitsu había estado y se dio cuenta de pronto que era de madrugada. El corazón que latía con ferocidad por el dolor provenía de su emocional alfa que no aceptaba que su omega se hubiera alejado de él. Su corazón no aguantaba esa presión en el pecho, tanto que en la compañía de su fiel guardia, sintió que sus ojos ardían como nunca.
Par de lágrimas descendieron por sus mejillas, no queriendo pensar en que en serio le había ocurrido algo horrible. En que ese pequeño y cascarrabia omega estaba bien, y que vendría con ese aroma dulce a chocolate a endulzar aquel amargo sentimiento que gobernaba en su pecho. Se detuvo cerca de un pequeño pueblo que ya había sido informado acerca de la situación y hasta el momento no habían encontrado nada. Un par de pasos a la distancia detuvo a Sanemi.
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El Harén ❊UzuZen❊
FanfictionDe alguna forma u otra, Zenitsu termina entrando al Palacio Rojo, donde, sin querer, también termina siendo parte del harén del monarca Uzui Tengen.