Declaración de guerra y amor

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     Ambos estábamos en silencio y retándonos con la mirada, tanto su playera negra como mi blusa amarilla estaban embarradas del líquido de la basura y el olor a putrefacción se expandía

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     Ambos estábamos en silencio y retándonos con la mirada, tanto su playera negra como mi blusa amarilla estaban embarradas del líquido de la basura y el olor a putrefacción se expandía.

     Movía el plástico blanco de su paleta de un lado a otro y sus manos las tenía en el interior de sus jeans negros entallados.

     Puse  los ojos en blanco y me crucé de brazos impaciente porque el director se hiciera presente. No pasaron ni tres minutos cuando la puerta de la dirección se abrió y el hombre que dirigía el instituto apareció.

     —Bien, jóvenes. Rosy, nuestra jefa de intendencia los acompañará al almacén de limpieza para entregarles sus herramientas —indica el director—. No quiero que mañana me den quejas de ustedes, así que compórtense.

     Rosy, una mujer de edad avanzada y rellenita nos sonrió a ambos. El director se marchó y nosotros seguimos a la intendente.

     —Les daré una cubeta a ambos, un trapo y jabón, también una escoba y trapeador —dice Rosy—. Usted señorita se va a limpiar los pisos del primer nivel del edificio norte y usted joven los pizarrones del mismo edificio pero del segundo nivel.

     Al darnos nuestras cosas, Dim puso mala cara y miró a la mujer.

     — ¿Cuánto quiere por hacer mi parte del castigo?

     Me reí sarcásticapor su nivel que rayaba en la imbecilidad. Giró lentamente su cabeza paradedicarme una mirada asesina y Rosy sonrió paciente.

     —No me ofenda, joven, hará las tareas que el director decretó, así que andando.

     Dim Kelly bufó y dio media vuelta.

     —Maldita escuela ¿Qué acaso no ocupan dinero?

     El altanero y prepotente modelito se fue despotricando y yo solo le sonreí a Rosy antes de irme a la zona que me indicó.

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     Una vez empezando el castigo, ya llevaba cinco salones completamente barridos y trapeados. No merecía estar aquí, todo fue cumpla de ese hijo de papi que cree que todo lo puede resolver desembolsando dinero.

     —La próxima vez, piensa mejor tus estrategias.

     Esa voz irritante venía de la entrada del salón. Fingí no tener un sobresalto, volteé y ahí estaba con una cubeta en manos y un trapo en el hombro.

     —No me provoques —le advertí mientras continuaba con mi tarea.

     — ¿O qué? ¿Vas a querer que vuelva a ponerte en tu lugar?

     Golpeé el piso con la escoba y me sostuve de ella para calmarme.

     —Eres un cretino demonio de mierda.

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