Las jaulas del mal

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Jen

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Jen

     Me interpuse en medio de los dos y empujé lejos a Dim.

     —Déjate de estupideces, modelito y déjanos en paz —le advertí.

     Movió su quijada de un lado a otro y me observó con el ceño fruncido.

     —Eres una ilusa —farfulla y con eso último dio media vuelta y se marchó.

     ¿Ilusa por qué? Volteé a ver a Chip que aun desintegraba a Dim Kelly con la mirada y después suavizó su rostro al verme.

     —Te veo más tarde, nena y mañana podemos ir a jugar bolos —dice con más calma.

     Negué con mi cabeza a su invitación de mañana.

     —Recuerda que trabajo los fines de semana, no puedo —contesté.

     Miré de reojo a Milly y a Vega, ambas tenían un rostro lleno de incógnitas por resolver. Después me dirigí a Chip.

     —De acuerdo, cariño, entonces solo hoy.

     —Claro.

     Chip me plantó un beso en los labios y sonreí antes de verlo partir rumbo al edificio deportivo donde se encontraba la piscina.

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Dim

     Hoy era un excelente día para perderme—ironicé en mi mente—mi mañana del sábado resultó un fracaso cuando perdí por completo la orientación; no podía encontrar ningún puto restaurante decente. Giré en una esquina y saqué mi móvil para buscar algún lugar que me convenciera. Ya daba por sentado que restaurantes con estrellas Michelin no iba a encontrar.

      Fue tanta mi frustración por encontrar rápido un lugar que no sentí cuando choqué con unas especies de cajas alambras que me hicieron perder por completo el equilibrio. El escándalo que provoqué fue inminente y traté de incorporarme lo más rápido posible.

    —Me lleva el diablo.

    —Oye, oye ¿Qué te pasa? 

      Volteé de inmediato al ser descubierto in fraganti, pude haber huido pero fui señalado muy rápido por esa irritante y enana pelinegra de mechas azul fuego del instituto. Llevaba un mandil morado y su cabello en una coleta alta.

      Al darse cuenta que era yo, su mirada se fundió en rabia y yo puse mi cara de pocos amigos.

      —Tú —dije con un tono de desagrado.

      —Tú —gruñó en el mismo tono que yo—. Has estropeado las jaulas.

      — ¿Qué yo estropeé las jaulas? Estaban mal acomodadas y me he caído —me defendí.

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