Venganza fallida.

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Entré a la oficina del director para hablar de los términos a los que quería llegar durante estos cuatro meses en su sucio instituto. El hombre de cabello ridículo y traje de mal gusto me saludó como si fuéramos amigos de toda la vida y me invitó a sentar.

— ¿A qué se debe tu gran retraso al instituto, Kelly?

Enarqué una ceja por cómo se dirigía a mí.

—No le daré ninguna explicación porque no es necesario —tiré lo que me quedaba de mi paleta al cesto de basura—. Sé que conoce personalmente a mi papá y le lavó el cerebro para que me aceptara este semestre aquí —me recargué en el incómodo sillón sin quitarle la vista de encima—. Y vengo a ofrecerle un millón de dólares para que le reporte a mi padre que asisto y cumplo con las clases, y cuando termine en diciembre tendrá su pago.

El director parecía analizarme y yo sonreí al final. El hombre de unos cincuenta y tantos años dejó escapar un suspiro y se quitó los lentes para descubrir en él unos ojos azules. Me lanzó una mirada reprobatoria.

—Tu padre me advirtió de tus alcances, Dimitri, él y yo somos muy buenos amigos desde muy pequeños y me siento orgulloso de lo que ha logrado como diseñador —dijo el tipo en un tono tranquilo y cursi—. Le prometí a Leonardo que cuidaría de ti en la escuela y que te trataría como un alumno más, sin ningún tipo de privilegio y planeo cumplir mi palabra.

Me lleva el diablo.

—Le estoy ofreciendo un millón, tengo como pagarle se lo aseguro —insistí, guardando la calma.

Sonrió sin ganas.

—Mi amistad con Leonardo es más importante, así que ahórrate tus chantajes —responde firme e inamovible—. Por llegar tarde a tu primer día de clases te quedarás a limpiar todos los pizarrones de los salones.

Abrí mis ojos al escuchar tal tontería.

— ¿Perdón?, ¿Limpiar pizarrones?

El señor incorruptible del año asintió.

—Limpiar pizarrones —repitió con las cejas levantadas.

Puse los ojos en blanco, esto no podía estar sucediéndome.

—Al carajo, no haré eso, no puede obligarme.

El mal vestido del director me miró sin miedo y se levantó de su asiento.

—Me harás caso, Dimitri —declaró—. De lo contrario le diré a tu padre todo y entre ustedes lo resolverán.

Lo que me faltaba, tener un soplón que le avisara a mi padre cada cosa que hacía.

—Esto no se quedará así —lo reté al levantarme también de la silla—, me largaré de este maldito lugar antes de que acabe el semestre —amenacé y salí de la oficina como alma que lleva el diablo.

Arrogante y sensual Donde viven las historias. Descúbrelo ahora