[Completa] Jenedith Roux no lleva una vida perfecta y su refugio son sus amigas y el judo.
Los problemas empiezan cuando el director del instituto Atlas les da la noticia de que pronto tendrán la presencia del modelo masculino del momento como nue...
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Dim
Estacioné mi auto en el aparcamiento privado del edificio y tomé la bolsa con algunas cosas que compré en el super para preparar comida. Encontré unas recetas buenas en internet y era hora de probar mi lado culinario, empezando con un risotto.
El cielo era nocturno y ya estaba pringando, sería una noche lluviosa así que me apresuré a entrar al edificio y subir las escaleras.
—Mamá, por favor, ábreme la puerta, solo quiero mi móvil ¡mamá!
Una voz femenina y conocida hacía alboroto desde el cuarto piso, yo me encuentro viviendo en el quinto y antes de seguir rumbo a mi nivel miré hacia el fondo del pasillo, y ahí estaba, la pequeña bestia se desquitaba a patadas con la puerta que tenía enfrente, pero no tuvo éxito de respuestas.
Con que su madre era mi vecina de piso, vaya casualidad tan repulsiva, aunque ¿qué esperaba viviendo en un lugar como este?, me preguntaba ¿qué mierda había sucedido con la prostituta de su madre?
Se dejó caer al suelo contra la pared y escondió su rostro entre sus brazos, lloraba desenfrenadamente que hasta me hizo sentir incómodo y preferí continuar con mi camino. Ella no era nada mío y trataba de convencerme que sus problemas no me importaran en absoluto.
Al abrir la puerta de mi departamento noté que la lluvia se había intensificado, las ventanas eran golpeadas por las agresivas gotas y solo rogaba que la jodida luz no se fuera.
Antes de empezar a cocinar me acerqué a las ventanas para cerrar las cortinas y al bajar la mirada rumbo a la calle de nuevo la vi.
Se estaba mojando a lo imbécil y se protegía únicamente con sus manos. Parecía desesperada y frustrada pero por lo que divisaba desde mi ángulo la puta de su madre no le había devuelto el móvil como se lo había pedido a gritos.
No creía que llegaría lejos y era seguro un fuerte resfriado.
—Eres débil, Dimitri Kelly.
Me infundí en una sudadera con gorro negra, tomé un paraguas para salir a toda velocidad por el pasillo y tratar de alcanzarla. Corría el riesgo de que me mandara a la mierda, pero al menos mi consciencia estaría tranquila por intentar ofrecerle mi ayuda.
La lluvia seguía fuerte y al llegar a la calle la miré golpeando un charco de agua y despotricando como una loca hasta que se hincó y tapó su rostro con las manos.
Puse los ojos en blanco y abrí el paraguas. Troté hacia ella hasta lograr cubrirla con el paraguas y evitar que siguiera mojándose.
—Levántate —le ordené.
Después de tantas discusiones por parte de ambos era hasta patético y deprimente verla tan vulnerable.
Ella tardó en reaccionar, giró su cabeza para levantar su vista y verme, sus ojos marrones inyectadosde sangre reflejaban un llanto y aflicción profunda y su piel resplandecía deun rubor intenso. Su cara de fastidio era inminente.