45. DESPUÉS DE

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    Legitimación de la Princesa Rhaella previa a la coronación de Aegon/Jon Targaryen

Bastarda.

Era la palabra que cruzaba la mente de Jon y Daenerys cuando el Maestre Samwell Tarly presentó el documento que debía firmar para la niña.

"Una palabra tan corta, pero que puede hacer tanto daño" pensó Jon. Era una gran fortuna que cuando Daenerys apenas fue coronada, legitimó a su hijo, el solo oír a cualquiera aunque sea una sola vez llamar a Rhaegar un Bastardo le abría roto el corazón. Mucho más, porque sabía que pudo no ser así. Él le había pedido matrimonio a Daenerys antes de llegar al Norte, ellos se habrían casado y sus hijos serían legítimos. Aunque ahora, teniendo la autoridad, no dudo un segundo en darle a esa pequeña, todo lo que él deseaba para sí mismo. Un apellido, una familia, un pasado.

-Será una digna hija del fuego, una mujer que haga estremecer a sus enemigos, una guerrera igual que su madre.

-Rhaella..Targaryen

Sonrió orgulloso, debía admitir que nunca creyó que los niños en especial de esa edad, lo volvieran más suave y cuidadoso. Pero nunca estuvo con muchos niños, y Rhaella era diferente, la sentía como suya.

-No, Jon. Ella tiene mi sangre, pero el dragón no será su estandarte -lo interrumpió.

Jon vio en sus ojos aquella determinación del pasado, completamente segura de lo que decía. Entonces se culpó a sí mismo por su error, por supuesto. Rhaella no era una Targaryen, pues sin importar que la sangre del fuego corriera por sus venas al igual que él, tenía su mitad Stark.

Después fue a la sala y en medio de la celebración por su Reinado, tomó a la nueva princesa de Poniente en sus brazos. Y al ver sus ojos, esos ojos en los que pudo ver a su hermano, Jon recordó todo lo que había pasado después de que el murió.

Recordó los días posteriores a la noticia, como Sansa enviaba a hombres del Norte ha seguir buscando su cuerpo en el Mar, como Arya endureció su carácter convirtiéndose en el ser más desconfiado y enojado de Poniente. En cada hora y cada día Jon pudo ver como la muerte de Robb había sido un golpe devastador para todos, incluso para soldados, para generales, sacerdotisas y mercenarios.

Pero nada se comparaba a como, Daenerys cambio.

Enmudecio. Murió..

Al menos una parte de ella lo hizo. Y todos esperaban que se rompiera como un cristal, como una mujer enamorada esperando que la muerte se le llevará lejos a estar con él. Pero nada de eso sucedió, la luna salió y el sol se ponía y ella jamás lloro, ni menciono de nuevo su nombre, no espero en la puerta más noticias suyas, ni rezo por un milagro. El había muerto, y eso había sido todo. Es lo que ella decía cada vez que Jon iba a verla buscando su compañía.

Era extraño, y le rompía el alma a diario el cómo Robb desapareció de su vida tan pronto como se presentó en ella. Jon se culpaba a sí mismo no solo por no salvarlo, sino porque en otro momento se sentiría feliz por ello. Esas noches en soledad recordaba el rostro de Robb cuando vio su caballo correr hacia él, y el sonido de su voz llamándolo Snow. Era dolorosamente punzante el pensar cuantas veces en los últimos meses Jon deseo con todas sus fuerzas que eso pasara. Que una guerra o una daga cruzaran sobre él y se lo llevaran lejos de los que amaba.

Cada segundo mientras lo imaginaba con Daenerys, cada segundo que hablaba con ella, cada recuerdo que tenían juntos y cada vez que su hijo lo llamó Padre..

Jon deseo que muriera.

Pero ahora qué sucedió. Deseaba ser él quien estuviera en su lugar. No solo por él y por Daenerys, sino porque Jon sentía que como siempre Robb fue más grande, más amado y más necesitado que el. Y él no podía tomar su lugar, no podía tomar sus decisiones, no podía ser el.

El Dragón y Los LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora