Capítulo 26: Chicas populares

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JACK

Empiezo a acomodar todo para dormir. Es de madrugada y sin Marinette, no tengo muchas ganas de dormirme tarde hoy. Ha sido una semana pesada.

El timbre suena y gruño por lo bajo.

—¡Maria! —le grito a mi sirvienta para que abra por mi— ¡Maria!

No hay respuesta.

Me levanto de la cama de mala gana. Mi cabello debe estar hecho un desastre. Solo llevo unos pants de algodón y una playera negra.

En el momento en que abro la puerta, una bola de chicos me empuja y empieza a entrar a mi casa uno por uno. Ni siquiera me dejan protestar.

Cierro la puerta cuando veo que el último en entrar, ha sido Hiccup.

—¿Han venido a asaltar mi casa o algo así? —pregunto, medio adormilado.

—¿Quieres que lo hagamos? —pregunta Felipe, con una almohada en sus brazos.

—¡Ah! ¡Pido los trofeos de Jack! —exclama Kristoff.

—¡Yo las mascarillas de su madre! —exclama Hans y todos lo miran mal— ¿Qué? No cualquiera a tiene una piel tan suave.

—¿Mascarillas? ¿Trofeos? ¿Que están...?

—¡Sorpresa! —Hiccup me golpea el hombro— ¿No te enteraste? ¡Nos quedaremos a dormir esta noche contigo!

—¿Es alguna clase de premio? Porque lo siento más como un castigo. —les digo.

—Las chicas han hecho pijamada en casa de Elsa, ¿no crees que deberíamos tener una nosotros? —pregunta Kristoff.

—Sí, como tengo los mismos planes que Elsa... —digo, sarcástico y miro el reloj en mi muñeca— ¡Son las cuatro de la mañana!

—Ah, es cierto. Buenos días. —dice Felipe y sonríe como angelito.

—No quiero dormir en casa esta noche —Hiccup arruga la nariz— Está lleno de chicas de primer y segundo año.

—Si tú no quieres, yo tomaría tu lugar. —dice Felipe— Tetas gratis, ya sabes...

—Oye, estás hablando de mi hermana y de mi novia. —reclama Hiccup.

—Y de la mía. —agrego.

—La tuya es una aburrida —Hans se recuesta en el sillón y acomoda un par de cojines para apoyarse en ellos— Además de que tiene como quince años, no creo que se haya terminado de desarrollar aún.

—Tiene dieciséis, joder. ¿Cual es la necesidad de restarle años? —suspiré y me acuesto en el sillón de enfrente. Hiccup se deja caer encima de mi. —Mueve tu culo, Hipo.

—¿No se te hace muy inocente? —pregunta Kristoff.

—¿Y qué?

—Que es todo lo contrario a Elsa.

—Justamente por eso, es que me gusta Marinette. —les digo— Y dejen de meter a Elsa en cada conversación que tenemos.

—Siéntete libre de hablar de ella —dice Hiccup con los ojos cerrados— Lo has hecho toda una vida y te he aguantado.

—¡Que no quiero hablar de ella! —lo callo.

—Mira, qué hay que ser valiente para dejar que Marinette vaya a una de las pijamadas de Elsa. —comenta Felipe, divertido.

—¿Por?

—No quisiera decirlo así, pero tu novia la va a pasar muuuuy, pero muy mal. —ríe un poco.

Nuestra Tregua Romántica | Jelsa (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora