Capítulo 37: La hermanastra

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TRES DIAS DESPUÉS...

JACK

Siento mucho calor, pero por suerte traigo ropa apropiada de playa. Me las arreglo para encender un cigarro con una mano, mientras que con la otra, agarro a Dobby de la correa.

Mi teléfono empieza a sonar. El nombre de Punzie aparece en la pantalla y lo saco de mi bolsillo para descolgar.

—Mira quien se ha dignado en llamar —contesto— ¿Te puedo llamar descuidada? ¿O directamente mala dueña?

No soy una mala dueña. —se queja Punzie al otro lado de la línea.

—Al dejarme a cargo de nuestro perro, lo eres.

—Es mi perro. Mío. Tu no haces nada para cuidarlo.

—Lo estoy sacando a pasear justo ahora, ¿te crees que suelo hacer esto en mis tiempos libres?

Me da igual lo que hagas con tu vida —dice— ¿Cómo está el amor de mi vida, por cierto?

—Muy bien. Acabo de comer, pero me siento satisfecho.

¡Tu no! ¡Dobby! —reclama.

—Está comiendo el resto de mi cono de helado. —miro para abajo y compruebo que Dobby lame mis sobras del piso.

—¿Le estás dando helado a mi perro? —se escucha molesta.

—Parece que me gusta y... ¡Oye! ¡Tiene el bigote lleno de chocolate! —empiezo a reír.

—¡Los perros no comen helado, idiota!

—Pues no estoy al tanto de eso. No suelo ser la niñera de la casa.

—Jack, quítale eso del hocico o le puede hacer daño.

La conversación se ve interrumpida cuando una chica que venía corriendo, se estampa contra mi cuerpo. Actúa rápido cuando salva mi teléfono de caerse contra el piso. Se quita los audífonos que llevaba puestos y me pasa mi celular.

—¡Discúlpame! —dice, apenada— No te había visto.

—No pasa nada. —recibo mi celular— Es un camino muy estrecho.

¡Jack! ¡Quítale el cono de helado a Dobby! —escucho la voz de Punzie en la llamada.

La chica de enfrente señala mi celular.

—Creo que te llaman.

—¿En serio? —presiono un botón y le cuelgo a Punzie— Pues ahora no.

—Perdón que me meta, ¿pero siempre eres así de grosero? —pregunta, divertida.

—Es mi prima hermana. Nos llevamos así, aunque puede salir mal y yo terminaría con el ojo morado y una bolsa de hielo sobre el.

La chica empieza a reír. Inconscientemente le miro la ropa de ejercicio ajustada que lleva puesta.

—Te entiendo. Tengo un hermanastro y nos llevamos igual —dice— Pero yo soy un poco más paciente.

—Y yo no tengo ni un poco de ello —le digo— Tú y yo, seríamos el complemento perfecto.

La chica se sonroja un poco y me extiende la mano.

—Soy Gina Meyers.

—Y yo Jack Frost. —le estrecho la mano, suavemente— Y antes de que preguntes si soy el chico de los periódicos, sí, soy yo.

—¿Cómo sabias que iba a preguntar eso?

—La costumbre de la gente chismosa —le digo— Sin ofender, claro.

Nuestra Tregua Romántica | Jelsa (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora